Italia oculta. Giuliano Turone
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СКАЧАТЬ y otros fenómenos de anti-Estado, enemigos de la nueva Constitución, vieron como se les atribuía —y se atribuyeron— un papel precioso de baluarte anticomunista.

      Por eso Gladio, Rosa de los vientos, Anello, la P2, después el golpismo, la masacre de Piazza Fontana, la de Brescia e incluso la P2 con el famoso «Plan de resurgimiento democrático», del que se hablará enseguida (y estamos a mediados de los años setenta). Más tarde, el trauma del secuestro de Aldo Moro, otras masacres —la estación de Bolonia— y las operaciones de despiste organizadas por Gelli y Pazienza, el intrigante por antonomasia, y por los servicios secretos implicados en la P2. De todo se ocupará este libro.

      Como se ve, este excurso nos lleva de nuevo al tema de la logia secreta P2, que alcanza el máximo de su poder precisamente en el trienio maldito 1978-1980, periodo aquí definido como de la «Italia oculta». La centralidad o, en todo caso, la presencia del fenómeno P2 en todas las vicisitudes de las que se va a dar cuenta hace que esta exposición deba comenzar precisamente por este asunto.

      2. El itinerario hacia el descubrimiento de la logia P2

      El sistema de poder oculto de la logia P2 fue descubierto a través de la entrada y registro del 17 de marzo de 1981, llevados a cabo de forma simultánea en todos los domicilios conocidos de Licio Gelli, acordados en el marco del proceso penal milanés contra el banquero quebrado Michele Sindona, en relación con el homicidio de Giorgio Ambrosoli (11 de julio de 1979). Los dos jueces instructores encargados de esta causa eran el autor de este libro y su colega Gherardo Colombo.

      El mandamiento de entrada y registro fue emitido el 12 de marzo, delegando la ejecución de las diligencias en la GF de Milán. Esto es algo que resultó necesario al haberse advertido la existencia de relaciones relevantes entre Sindona y Gelli en el periodo en que aquel permaneció de forma clandestina en Palermo (agosto-octubre de 1979), fingiendo haber sido secuestrado por un supuesto e improbable «Comité proletario de subversión por una justicia mejor».

      Además, Gelli era uno de los personajes que más se habían manifestado a favor de los «planes de salvamento» fraudulentos en beneficio del banco de Sindona, que, de haber sido acogidos, habrían hecho recaer el peso de la vorágine financiera de aquella sobre la colectividad. Él era también uno de los firmantes de los affidavit [declaraciones juradas] remitidos a la autoridad judicial de los Estados Unidos a finales de 1976 para tratar de impedir la extradición de Sindona a Italia. En su affidavit, Gelli, entre otras cosas, había declarado que Sindona era un perseguido político anticomunista y que su entrega a Italia habría tenido como consecuencia la celebración de un proceso no imparcial contra él, y un grave peligro para su propia vida.

      En fin, tras el fracaso de la aventura del falso secuestro y la definitiva detención de Sindona en Nueva York, las autoridades americanas, en noviembre de 1979, entregaron a las italianas una agenda intervenida a Sindona poco tiempo antes, en la que el financiero había anotado todas las direcciones de Licio Gelli.

      En el momento en que se tomó la decisión de abrir una investigación judicial sobre Licio Gelli —decisión adoptada, no por casualidad, en el Palacio de Justicia de Milán, donde las vicisitudes de Sindona daban pie para hacerlo— se había percibido ya de forma más que suficiente que este debía ser el gestor superprotegido de un centro de poder oculto, enmascarado dentro de la misteriosa logia masónica. Tal impresión se había hecho patente cuando, en el Corriere della Sera del 5 de octubre de 1980, apareció una inquietante y extensa entrevista del periodista Maurizio Costanzo a Licio Gelli (en ese momento no se sabía, pero luego se supo que Maurizio Costanzo estaba inscrito en la logia, del mismo modo que Franco Di Bella, director del periódico). Ya el título de la entrevista era significativo en extremo: «El discreto encanto del poder oculto. Habla, por vez primera, el ‘señor P2’»; y no se diga la larga entradilla, de la que se trascriben solo las primeras líneas: «Licio Gelli, jefe indiscutido de la más secreta y potente logia masónica, ha aceptado someterse a una entrevista exponiendo también su punto de vista – La organización: ‘un Centro que acoge y reúne solo elementos dotados de inteligencia, cultura, sabiduría y generosidad para hacer mejor a la humanidad’».

      Por tanto, ya que corría la voz de que el «maestro venerable» Licio Gelli tenía un gran número de hermanos de logia de la máxima confianza, ubicados un poco por todas partes en las instituciones públicas, los magistrados instructores impusieron a los hombres de la GF de Milán encargados de los registros del 17 de marzo (todos por ejecutar fuera del propio territorio) una particularísima medida de precaución: abstenerse de seguir la práctica habitual que, por razones de cortesía institucional, habría requerido prevenir a los comandos locales de las operaciones que se iban a realizar.

      Francesco Carluccio, un enérgico salentino de cuarenta y tres años, uno de los más hábiles investigadores del cuerpo, fue designado jefe de la patrulla destinada a registrar la sede de Castiglion Fibbocchi. No era oficial, sino mariscal mayor, pero, por su gran habilidad profesional y su total fiabilidad, gozaba de la plena confianza de los dos oficiales superiores que coordinaban las operaciones de aquel día: el coronel Vincenzo Bianchi y el mayor Vincenzo Lombardo.

      3. El memorial del mariscal Francesco Carluccio sobre la entrada y registro de la sede de Gelli en Castiglion Fibocchi

      «La operación de policía judicial debía llevarse a cabo en varias sedes por patrullas al mando de un oficial y coordinadas por el comandante del Núcleo Regional de Policía Tributaria de Milán, el coronel Vincenzo Bianchi, auxiliado por el mayor Vincenzo СКАЧАТЬ