Aquiles... un hetero curioso. Gonzalo Alcaide Narvreón
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Aquiles... un hetero curioso - Gonzalo Alcaide Narvreón страница 3

Название: Aquiles... un hetero curioso

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788468529004

isbn:

СКАЧАТЬ peludas y musculosas tapando apenas su ingle, dejando al descubierto su firme torso poblado de pelos y pensativo, le habían alborotado nuevamente las hormonas...

      Realmente, disfrutaba del sexo con Aquiles y salvo por alguna fantasía, incluso compartida con él mientras tenían sexo, jamás se le había cruzado la idea de acostarse con otro hombre. En Aquiles encontraba y tenía todo lo que necesitaba y le entregaba todo lo que él deseara, como para hacerlo feliz y por propio placer.

      –Buenos días, amor –dijo Aquiles, con una sonrisa y haciéndole una caricia en la cara con la palma de su mano, agregó:

      –¡Qué buen servicio! el de anoche, el de esta mañana y ahora se suma esto...

      Marina respondió con una sonrisa cargada de picardía.

      Aquiles se incorporó y quedó sentado, reposando sobre el respaldo de la cama. Tomó un vaso de jugo y untó unas tostadas con queso crema, que acompañó con fetas de queso y con café con leche.

      – ¿En qué estabas pensando que mirabas el techo tan concentrado? –preguntó Marina.

      –Pensaba en todo lo que hice y en lo que estoy haciendo, en lo afortunado que soy y en el deseo que tengo de que formemos una familia; creo que es tiempo de que tomemos una decisión al respecto –contestó Aquiles.

      Marina quedó sorprendida por la respuesta; si bien era un tema pendiente, no esperaba en ese momento semejante planteo. A pesar de la sorpresa, sintió como que su cuerpo había interpretado perfectamente las palabras de Aquiles y que, como una explosión hormonal, ya se preparaba para encarar los cambios que vendrían.

      Pudo sentir que su vagina comenzaba a humedecerse y que sus pezones se endurecían. Su cuerpo estaba avanzando más rápido de lo que lo hacía su cabeza.

      Miró fijamente a Aquiles, agarró la sabana que cubría su pelvis y la desplazó hacia atrás, dejándolo completamente desnudo. Giró y se sentó frente a él, entre sus piernas.

      –¿Querés que comencemos ahora? –dijo Marina, dándole un tremendo beso y metiéndole la lengua hasta casi ahogarlo.

      Aquiles no esperaba esa reacción; solo había respondido a la pregunta de Marina y, en todo caso, tenía interés en continuar con su desayuno/almuerzo y conversar sobre el tema hijos.

      –Pará amor, déjame respirar –dijo Aquiles, intentando separar su boca de la de Marina, y continuó– me tengo que levantar, me esperan los muchachos para jugar.

      –Yo también quiero jugar... juguemos un rato –contestó Marina, que, sin darle chances de escaparse, comenzó a descender con su lengua recorriendo el torso peludo de Aquiles, llegando a su ombligo, a su pelvis, a su pene flácido y aun cubierto de fluidos ya secos. Pudo percibir el aroma característico del semen y de su propio néctar. Se sintió excitada como pocas veces lo había estado.

      Aquiles intentó zafar y quiso levantarse, pero Marina no lo dejó.

      –Amor, en serio... esta noche lo hacemos –insistió Aquiles.

      Marina no tenía intención de detenerse y comenzó a lamerle el escroto, sabiendo que era una de las mayores debilidades de Aquiles.

      –Sos una hija de puta –dijo Aquiles, entregándose nuevamente a la ninfómana en la que parecía haberse convertido su mujer.

      –Haceme un hijo –dijo Marina, sabiendo que no sería factible, ya que tenía colocado un DIU y debía visitar a su ginecólogo para que se lo quitara.

      Marina comenzó a practicarle una felatio, logrando que el pene de Aquiles estuviese totalmente erecto y rígido.

      Como lo había hecho a la mañana, pero de manera directa, se posicionó y lo introdujo dentro de su vagina, mientras que agarraba sus pechos con ambas manos y se concentraba en su propio placer.

      Aquiles estaba entregado y se sintió sometido como nunca antes. Marina había tomado la iniciativa y estaba decidida a satisfacer sus deseos, sin importarle cómo, ni otra cosa más que eso y que ella.

      Comenzó a moverse con un constante sube y baja, que cada vez se hizo más intenso.

      Aquiles, a pesar de su cansancio, se sintió alborotado por las palabras emitidas por Marina “Haceme un hijo...” A pesar de las sesiones previas, sintió que su pene estaba absolutamente erecto y que respondía para satisfacer los deseos de su mujer, pero no pensaba hacer ningún tipo de esfuerzo para moverse, simplemente, no tenía energías como para hacerlo.

      Marina comenzó a gemir y a descontrolarse. Súbitamente, fue invadida por un orgasmo que la hizo gritar. Aquiles sintió en su pene las contracciones de los músculos vagina–les y percibió el estado de lubricación extrema de la vagina de Marina. Se concentró en lograr su propio orgasmo y en llegar a eyacular.

      Se concentró en lograr su propio orgasmo y en llegar a eyacular.

      Rápidamente, sintió que ya no tenía control y que su esperma había comenzado el recorrido hacia su glande...

      Emitió un gemido cortado, arqueó su espalda y hundiendo la cabeza en la almohada, sintió como su semen comenzaba a fluir. No fue el mejor orgasmo de su vida, pero fue placentero.

      –Mi amor –exclamó Marina, que sin dejar que Aquiles terminase de acabar, se incorporó y fue con su boca en busca del miembro erecto y mojado de su macho; lo introdujo en su boca y con los dedos, comenzó a masajearle el perineo. Aquiles sintió desmayarse de placer y percibió que eyaculaba un nuevo chorro de semen, que Marina saboreó como si fuese crema helada. Continuó mamándoselo, hasta estar segura de que no quedaba más nada por sacar.

      Aquiles comenzó a sentir espasmos que lo hicieron temblar. Su glande estaba muy sensible y era la cuarta eyaculación que experimentaba en menos de 24 horas; dos el viernes, una hacía apenas unas horas, más la reciente.

      –Basta amor, no doy más y me tengo que ir –dijo Aquiles, con tono de súplica.

      Marina se puso nuevamente sobre él y tomó con ambas manos la cara de Aquiles; acercó su boca a la de él y de una manera muy morbosa, dejó que una mezcla de saliva y de semen, comenzara a caer. Aquiles intentó esquivar el hilo de fluidos, pero no pudo hacerlo.

      Si bien no era una práctica habitual, en algunas ocasiones, con la boca de Marina cargada de semen, se habían dado besos blancos; incluso, Aquiles había limpiado con su lengua la vagina de Marina luego de haber eyaculado dentro de ella.

      Marina continuó lo que había iniciado, dándole un beso profundo, haciendo que Aquiles tragase su propio semen y como si nada hubiese pasado, se incorporó.

      –Ahora sí amor podés irte a jugar con tus amigos, dijo Marina sonriendo, mientras se levantaba para dirigirse al baño.

      Aquiles se incorporó, pasó por al lado de Marina y tocándole el culo dijo:

      –Sos muy pero muy puta... y sin darle tiempo a responder, siguió camino hacia el baño para darse una ducha y quitarse el olor a sexo impregnado en todo su cuerpo.

      Tarde de fútbol

      Aquiles tomó una rápida y reparadora ducha, anudó un tallón a su cintura y fue hacia el СКАЧАТЬ