Paul Thomas Anderson. José Francisco Montero Martínez
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СКАЧАТЬ que la ha motivado –en la medida en que esta farsa ofusca el motivo de ese acercamiento por parte de Sydney al principio de la película, esto es, el asesinato años atrás, y a manos de éste, del padre de John; Sydney, pues, deviene un remedo del padre de John o, en otro sentido, para Sydney el propio John es un sosias del padre de este último, una engañosa oportunidad para redimirse de su asesinato–, representación que está a punto de escapársele de las manos por la intervención de Jimmy, el personaje interpretado por Samuel L. Jackson; en Boogie Nights, el alter ego de Anderson como creador es Jack Horner, director de cine y pater familia del grupo de actores y técnicos que integran sus películas; en Pozos de ambición, tanto Eli Sunday como el hombre que se hace pasar por el hermano de Daniel Plainview, o incluso este mismo, asientan todos sus movimientos sobre la impostura, sobre una puesta en escena falaz; en Magnolia, semejantes instancias demiúrgicas se multiplican: tanto El Narrador como el policía o el niño llamado Dixon son diferentes representaciones de una misma figura, el propio Anderson, como veremos con más detalle.

      Certificando el magisterio de Robert Altman sobre Anderson –a quien está dedicada la última película de éste, Pozos de ambición, entre otras muchas cosas una visión descarnada sobre los cimientos en que se ha fundamentado su nación, sobre los horrores del capitalismo, como más de treinta años atrás lo era otra película de Altman, Los vividores (MacCabe and Mrs Miller, 1971)–, éste ha ejercido de director suplente en el rodaje de El último show, la última película de Altman, terminada poco antes de su muerte, asistiendo Anderson incluso al set de rodaje, ante las imposiciones de las compañías de seguros debido a la avanzada edad y al frágil estado de salud del director de Quinteto. Es conveniente precisar aquí que si en algún momento se especuló con una posible coautoría de Paul Thomas Anderson en El último show –en la que además aparecen John C. Reilly, habitual en su cine, y Maya Rudolph, compañera sentimental del realizador–, hay que decir que esta película es plenamente altmaniana y que la labor de Anderson con toda seguridad no pasó de la señalada.

      Martin Scorsese