Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi
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Читать онлайн книгу Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson - Vincent Bugliosi страница 27

Название: Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson

Автор: Vincent Bugliosi

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788494968495

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СКАЧАТЬ asistió a una fiesta que dio una azafata de vuelo que vivía en el apartamento debajo del suyo. Se fue en torno a las dos o tres de la mañana. Esto fue verificado después por el LAPD, que también cotejó con las suyas las huellas latentes no identificadas halladas en la dirección de Cielo, sin éxito.

      Madigan hizo la prueba del polígrafo y la pasó, igual que Jones, cuando llegó de Jamaica. Jones dijo que Wilson y él estuvieron en Jamaica desde el 12 de julio hasta el 17 de agosto, día en que él voló a Los Ángeles y Wilson a Toronto. Cuando le preguntaron por qué fueron a Jamaica, dijo que estaban «haciendo una película sobre la marihuana». La coartada de Jones tendría que verificarse, pero después del polígrafo y de un cotejo de huellas que dio resultado negativo, dejó de ser un buen sospechoso.

      Solo quedaban Herb Wilson y Jeffrey Pickett, apodado Pic. El LAPD sabía ya dónde estaban los dos.

      La atención mediática había sido negativa. Eso no se podía discutir. Como diría después Steven Roberts, jefe de la agencia de Los Ángeles que trabajaba para el New York Times: «Todos los artículos tenían un hilo común, que de alguna manera las víctimas se habían buscado los asesinatos (…) La actitud se sintetizaba en el epigrama: “Vida rara, muerte rara”».

      Teniendo en cuenta la afinidad de Roman Polanski por lo macabro, los rumores sobre las rarezas sexuales de Sebring, la presencia de la Srta. Tate y de su antiguo novio en el lugar de los asesinatos mientras el marido estaba fuera, la imagen de «todo vale» que se tenía de la jet set de Hollywood, las drogas y el coto repentino a las filtraciones policiales, casi se podía maquinar cualquier cosa, y así ocurrió. A Sharon Tate la llamaron de todo, desde «la reina del mundo de las orgías de Hollywood» hasta «aficionada a las artes satánicas». Ni el propio Polanski se libró. En el mismo periódico el lector podía encontrar a un columnista que decía que el director estaba tan consternado que no podía hablar y a otro que afirmaba que iba a clubs nocturnos con un grupo de azafatas de vuelo. Si no era personalmente responsable de los asesinatos, más de un periódico daba a entender que debía de saber quién los había cometido.

      De un semanario de noticias de tirada nacional:

      «Encontraron el cadáver de Sharon desnudo, no con bragas y sujetador, como se dijo al principio (…) Sebring solo llevaba los retales rasgados de unos calzoncillos (…) Los pantalones de Frykowski estaban bajados hasta los tobillos (…) Tanto Sebring como Tate tenían grabada en el cuerpo una X (…) A la Srta. Tate le habían cortado los pechos, al parecer como consecuencia de unas cuchilladas indiscriminadas (…) Sebring presentaba mutilaciones sexuales (…)» El resto era igual de exacto: «No hallaron huellas en ninguna parte (…) No se encontraron restos de drogas en ninguno de los cinco cadáveres». Y así sucesivamente.

      Aunque tenía el viejo estilo del Confidential, el artículo salió en el Time, y por lo visto el autor tuvo que rendir cuentas cuando los redactores vieron los aderezos fantasiosos.

      Enojado por «la gran cantidad de calumnias», Roman Polanski convocó una rueda de prensa el 19 de agosto, donde fustigó a los periodistas que por «interés» escribían «cosas horribles sobre mi esposa». Reiteró que no había habido ningún distanciamiento en el matrimonio, ni drogas ni orgías. Su mujer era «preciosa» y «una buena persona», y «los últimos años que pasé con ella fueron los únicos de auténtica felicidad en mi vida (…)».

      Algunos periodistas no se mostraron precisamente comprensivos con las quejas de Polanski acerca de la atención mediática del caso, porque acababan de enterarse de que había permitido a Life tomar fotografías en exclusiva del lugar de los asesinatos.

      «En exclusiva» no del todo. Antes de que la revista llegara a los quioscos, aparecieron en el Hollywood Citizen News varias copias de las Polaroid.

      Los propios fotógrafos de Life se le adelantaron con la noticia.

      Hubo algunas cosas que Polanski no dijo a la prensa, ni siquiera a sus amigos más íntimos. Una de ellas, que había aceptado pasar la prueba del polígrafo del Departamento de Policía de Los Ángeles.

      El teniente Earl Deemer realizó la prueba del polígrafo de Polanski en Parker Center.

      P. ¿Te importa que te llame Roman? Yo soy Earl.

      R. No, por supuesto (…) Te mentiré una o dos veces durante la prueba, y luego te lo diré, ¿de acuerdo?

      P. Bueno… de acuerdo (…)

      Deemer preguntó a Polanski cómo había conocido a su mujer.

      Polanski suspiró, y luego empezó a hablar despacio:

      —Conocí a Sharon hace cuatro años en una especie de fiesta que dio Marty Ransohoff (un productor de Hollywood malísimo). Es el que hace Los nuevos ricos y un montón de basura. Pero me encandiló con la conversación sobre arte y firmamos un contrato para hacer una película, una parodia de los vampiros, ¿sabes?

      »Y conocí a Sharon en la fiesta. Por entonces estaba haciendo otra película para él en Londres. Estaba en Londres sola. Ransohoff dijo: “¡Espera a ver a nuestra protagonista, Sharon Tate!”.

      »Me pareció bastante guapa. Aunque en aquel momento no me impresionó mucho. Pero luego la vi otra vez. La invité a salir. Hablamos mucho, ¿sabes? En aquella época yo era muy promiscuo. Solo me interesaba follarme a una chica y pasar a la siguiente. Tuve un matrimonio muy malo, ¿sabes? Años antes. Malo no, fue maravilloso, pero mi mujer me dejó, así que me sentía genial, porque tenía éxito con las mujeres y lo que me gustaba era follármelas. Es que era muy desinhibido.

      »Así que quedamos un par de veces más. Yo sabía que estaba con Jay. Entonces [Ransohoff] quiso que la pusiera en la película. E hice pruebas con ella.

      »Una vez, antes de eso, quise invitarla a salir, y ella me lo puso muy difícil, quería salir, no quería salir, así que le dije: “Que te den”. Y colgué. Probablemente ahí empezó todo, ¿sabes?»

      P. Te la camelaste.

      R. Exacto. La intrigué. Me hice mucho el interesante, y me costó un montón de citas antes de… Y entonces empecé a ver que le gustaba.

      »Recuerdo que pasé una noche —había perdido las llaves— en su casa, en la misma cama, ¿sabes? Y supe que no había ninguna posibilidad de hacer el amor con ella. Era una chica así.

      »Quiero decir, ¡eso casi nunca me pasa!

      »Y entonces fuimos a rodar los exteriores, como unos dos o tres meses después. Cuando estábamos rodando los exteriores de la película, le pregunté: “¿Te gustaría hacer el amor conmigo?”. Y ella me contestó con mucha dulzura: “Sí”. Y entonces por vez primera ella me enterneció de alguna manera, ¿sabes? Y empezamos a acostarnos regularmente. Y era tan dulce y tan encantadora que yo no me lo podía creer, ¿sabes? Había tenido malas experiencias y no podía creer que existieran personas así, y estuve mucho tiempo esperando a que mostrara su carácter verdadero, ¿me entiendes?

      »Pero era un encanto, y sin esa falsedad. Era fantástica. Me quería. Yo vivía en otra casa. No quería que viniera a mi casa. Y ella me decía: “No quiero ahogarte, solo quiero estar contigo” y demás. Y yo le decía: “Ya sabes cómo soy, me las follo a todas”. Y ella: “No quiero cambiarte”. Estaba dispuesta a hacerlo todo por estar conmigo. Era un puto ángel. Era una mujer única que no voy a encontrar otra vez en la vida.»

      Deemer le preguntó por la vez que conoció a Sebring. Fue en un restaurante СКАЧАТЬ