El príncipe roto. Erin Watt
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Название: El príncipe roto

Автор: Erin Watt

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Los Royal

isbn: 9788416224685

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СКАЧАТЬ poder utilizar un avión para buscarla. Llegaríamos a Gainesville en una hora. Si no, nos espera un camino de seis horas y media en coche.

      —No sé. —La urgencia por encontrarla ha disminuido. Ahora sé dónde está. Puedo llegar hasta ella. Solo tengo que decidir qué dirección tomar.

      —¿Qué has hecho? —pregunta de nuevo mi hermano.

      No estoy preparado para todo el odio que va a dirigirme si se lo cuento, así que permanezco en silencio.

      —Reed.

      —Me pilló con Brooke —contesto con voz ronca.

      Se queda boquiabierto.

      —¿Brooke? ¿La Brooke de papá?

      —Sí —respondo, y me obligo a enfrentarme a Easton.

      —¿Qué coño…? ¿Cuántas veces te has liado con Brooke?

      —Un par —admito—. Pero no he estado con ella últimamente. Y menos anoche. No la toqué, East.

      Aprieta la mandíbula. Se muere por darme un puñetazo, pero no lo hará. No en público. Mamá nos decía lo mismo a los dos. «Chicos, mantened el nombre de los Royal impoluto. Es muy fácil destrozar una buena reputación; lo difícil es mantenerla».

      —Deberían colgarte por los huevos hasta que se te sequen. —Escupe a mis pies—. Como no encuentres a Ella y la traigas de vuelta, seré el primero en la cola para hacerlo.

      —Me parece justo.

      Intento permanecer calmado. Es inútil ponerse nervioso. No tiene ningún sentido volcar el coche. Es inútil gritar, aunque me esté muriendo por abrir la boca y deshacerme de toda la ira y el odio que llevo dentro.

      —¿Justo? —Resopla con desagrado—. ¿Entonces no te importa una mierda que Ella esté en una ciudad universitaria y que unos borrachos la puedan estar manoseando?

      —Es una superviviente. Estoy seguro de que estará a salvo. —Mis palabras suenan tan ridículas que prácticamente doy una arcada tras pronunciarlas. Ella es una chica preciosa, y está sola. Quién sabe lo que podría pasarle—. ¿Quieres que llevemos su coche de vuelta a casa antes de irnos a Gainesville?

      Easton se queda mirándome con la boca abierta.

      —¿Y bien? —pregunto, impaciente.

      —Claro. ¿Por qué no? —Me quita las llaves de la mano—. Ya ves, ¿a quién le importa que sea una tía buena de diecisiete años, que esté sola y que lleve casi dos mil dólares en efectivo? —Aprieto los puños—. Ningún drogadicto hasta las cejas de metanfetamina va a mirarla y pensar: «Es una chica fácil. Esa muchacha de metro y medio, que pesa menos que mi pierna, no podrá conmigo…» —Me empieza a costar respirar—. Y estoy seguro de que todos los tíos con los que se encuentre tendrán buenas intenciones. Ninguno intentará arrastrarla hasta un callejón oscuro y forzarla hasta que…

      —¡Cierra la puta boca! —espeto.

      —Por fin. —East levanta las manos en el aire.

      —¿A qué te refieres?

      Estoy prácticamente jadeando de la rabia que siento. Las escenas que Easton me ha hecho imaginar con sus palabras han provocado que desee ser Hulk para ir corriendo hasta Gainesville y destrozar todo lo que encuentre a mi paso hasta dar con ella.

      —Has estado actuando como si no te importara lo más mínimo. A lo mejor tú estás hecho de piedra, pero a mí me gusta Ella. Era… era buena para nosotros. —Su pena es casi tangible.

      —Lo sé. —Easton me saca las palabras a regañadientes—. Lo sé, joder. —Se me cierra la garganta hasta el punto de dolerme—. Pero… nosotros no éramos buenos para ella.

      Gideon, nuestro hermano mayor, intentó dejármelo claro desde el principio. «Aléjate de ella. No necesita involucrarse en nuestras mierdas. No arruines su vida como yo arruiné la de…»

      —¿Y eso qué se supone que significa?

      —Lo que has oído. Somos tóxicos, East. Todos nosotros. Me acosté con la novia de papá para vengarme de él por haber sido tan cabrón con mamá. Los gemelos están metidos en asuntos de los que no quiero saber absolutamente nada. Tu afición al juego se te está yendo de las manos. Y Gideon es… —Me detengo. Gid está viviendo su propio infierno ahora mismo, pero no es algo que Easton deba saber—. Estamos mal de la olla, tío. Quizá Ella esté mejor sin nosotros.

      —Eso no es verdad.

      Por mucho que diga que no, yo creo que sí. No somos buenos para ella. Lo único que Ella quería era una vida normal y corriente. No puede tener eso en la casa de los Royal.

      Si no fuera del todo egoísta, me alejaría. Convencería a East de que lo mejor para Ella es alejarse tanto como pueda de nosotros.

      En cambio, permanezco en silencio y pienso en lo que voy a decir cuando la encontremos.

      —Vamos. Tengo una idea.

      Me giro y me dirijo a la entrada.

      —Creía que íbamos a Gainesville —murmura East a mi espalda.

      —Esto nos evitará hacer el camino en coche.

      Vamos directos a la oficina de seguridad, donde le doy cien pavos al guardia y él nos da acceso a las grabaciones de las cámaras de seguridad de la estación de Gainesville. El tipo rebobina la cinta hasta el momento en el que el autobús de Bayview aparece. El corazón me da un vuelco mientras examino a los pasajeros. Entonces se me cae el alma a los pies cuando me percato de que ninguno de esos pasajeros es Ella.

      —¿Qué cojones…? —suelta East cuando salimos de la estación diez minutos después—. La mujer del mostrador nos dijo que Ella iba en ese autobús.

      Tengo la mandíbula tan apretada que apenas soy capaz de pronunciar una palabra.

      —A lo mejor se bajó en una parada distinta.

      Entonces, regresamos al Rover y nos montamos en él.

      —¿Y ahora qué? —pregunta con los ojos abiertos como platos de forma amenazante.

      Me paso la mano por el pelo. Podríamos conducir y detenernos en todas las paradas de la ruta, pero sospecho que sería como buscar una aguja en un pajar. Ella es inteligente, y está acostumbrada a huir, a irse de una ciudad cuando es necesario y rehacer su vida. Lo ha aprendido de su madre.

      De repente, siento náuseas al pensar en la posibilidad. ¿Buscará trabajo en otro club de striptease? Sé que Ella hará lo necesario para sobrevivir, pero me hierve la sangre al pensar que puede que se desnude delante de un montón de pervertidos salidos.

      Tengo que encontrarla. Si algo le pasa porque la he ahuyentado, no seré capaz de vivir con el remordimiento.

      —Nos vamos a casa —anuncio.

      Mi hermano parece sorprendido.

      —¿Por qué?

      —Papá СКАЧАТЬ