Название: La fábrica mágica
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: Oliver Blue y la escuela de Videntes
isbn: 9781640299290
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Miró a su alrededor en busca del tal Horacio, su mente evocaba todo tipo de máquinas que podrían haberse ganado ese nombre, hasta que vio a un sabueso de aspecto triste que estaba tumbado en una cesta a sus pies.
Armando continuó hablando:
—Su artritis es peor que la mía, pobre. Le hace ser muy irascible.
Oliver echó un vistazo rápido al perro. Horacio olfateó el aire cuando el pasó y, a continuación, se colocó para dormir otra vez con un suspiro cansado.
Armando fue cojeando hasta una pequeña cocina y Oliver lo siguió. Era un lugar modesto y muy desordenado; el tipo de cocina que esperarías de un hombre que en los últimos setenta años había puesto su atención en inventar máquinas chifladas que no funcionaban.
Oliver parpadeó por el titileo de los fluorescentes.
—¿Te gusta la sopa de tomate? —preguntó de repente Armando.
—Eeh… —dijo Oliver, todavía con la lengua trabada para poder hablar, para incluso entender realmente el hecho de que su héroe se estuviera ofreciendo a hacerle sopa, nada más y nada menos.
—Me lo tomaré como un sí —dijo Armando, sonriendo amablemente.
Oliver observó cómo cogía dos latas de sopa de un armario cuya puerta apenas se aguantaba en sus bisagras. Entonces cogió un artilugio de un cajón que por su diseño parecía un abrelatas, pero que era tan grande que se necesitaban dos manos para manejarlo.
—Existe una razón por la que dicen que no hace falta reinventar la rueda —dijo Armando con una risita cuando vio la curiosa expresión de Oliver.
Finalmente se abrieron las latas y Armando se puso a hervir la sopa a fuego lento dentro de un pote en un pequeño fogón de gas. Oliver estaba completamente inmovilizado, incapaz de hablar o incluso moverse. Lo único que podía hacer era mirar fijamente a este hombre, la versión viva de su héroe. Incluso se pellizcó un par de veces para asegurarse. Pero era real. Estaba allí de verdad. De verdad, con Armando Illstrom.
—Por favor, siéntate —dijo Armando mientras venía y colocaba dos cuencos de sopa sobre la endeble mesa.
Por lo menos, Oliver recordaba cómo sentarse. Tomó asiento, sintiéndose ciertamente muy raro. Armando se sentó lentamente en el asiento de delante. Oliver percibió la naturaleza neblinosa de sus ojos y los trozos de piel decolorada en la cara. Todas las señales de una edad avanzada. Cuando Armando colocó las manos sobre la mesa, todas las articulaciones de sus dedos se veían rojas e hinchadas por la artritis.
El estómago de Oliver rugió cuando el vapor de la sopa le llegó a la cara. Aunque estaba en una nube y muy impactado por todo, su deseo por comer se apoderó de él y, antes incluso de tener tiempo para pensar, ya había cogido su cuchara y había tomado un enorme trago de sopa caliente y sabrosa. Era muy rica y nutritiva. Mucho mejor que cualquier cosa que sus padres hubieran cocinado alguna vez. Tomó otra cucharada, sin preocuparle que la sopa le estaba quemando el paladar.
—¿Está buena? —preguntó Armando de modo alentador, comiéndose su propia sopa a una velocidad mucho más lenta.
Oliver consiguió usar una pizca de control y se detuvo entre tragos para asentir.
—Espero que pronto entres en calor —añadió Armando, amablemente.
Oliver no estaba seguro de si quería decir entrar en calor después de la fría lluvia o entrar en calor socialmente. La verdad es que no había dicho mucho desde que había llegado aquí, pero estaba tan confuso por la tormenta y después tan sorprendido por ver a Armando en persona, ¡que su facultad para la habla le había fallado por completo!
Entonces intentó hablar para hacer algunas de sus preguntas urgentes. Pero cuando abrió la boca, en lugar de palabras, la única cosa que salió fue un bostezo.
—Estás cansado —dijo Armando—. Evidentemente. Hay una habitación libre en la que puedes dormir una siesta, y yo te traeré algunas mantas más, pues ahora hace bastante frío.
Entonces Oliver parpadeó.
—¿Una siesta?
Armando asintió y, a continuación, matizó su oferta.
—¿No estarás pensando regresar con esta tormenta, verdad? El último mensaje del alcalde decía que debíamos pensar en no salir durante horas.
Por primera vez, los pensamientos de Oliver se dirigieron a sus padres. Si habían hecho caso a las indicaciones del alcalde para volver a casa, ¿qué habría pasado cuando descubrieron que solo uno de sus hijos había regresado de la escuela? No tenía ni idea de cuánto tiempo había estado inconsciente en el cubo de basura, ni tampoco de cuántas horas habían pasado mientras había estado viajando dentro de él. ¿Estarían preocupados por él?
Entonces Oliver se sacudió la preocupación. Posiblemente sus padres ni se habían dado cuenta. ¿Por qué debería perder la oportunidad de descansar en una cama de verdad cuando lo único que le esperaba en casa era un lóbrego hueco?
Alzó la vista hacia Armando.
—Eso suena muy bien —dijo, consiguiendo decir al fin una frase entera—. Gracias —Entonces hizo una pausa para pensar sus palabras—. Tengo muchas preguntas para hacerle.
—Todavía estaré aquí cuando despiertes —dijo el viejo inventor, sonriendo amablemente—. Una vez estés caliente, alimentado y descansado, entonces podremos hablar de todo.
Tenía una mirada cómplice. Por alguna razón, Oliver se preguntaba si Armando sabía algo sobre él, sobre sus extraños poderes, sus visiones y lo que significaban. Pero Oliver pronto rechazó esos pensamientos. Por supuesto que no. Armando no tenía nada mágico. Él solo era un viejo inventor en una extraña fábrica, no un mago o un hechicero o algo así.
Vencido de repente por la fatiga, a Oliver no le quedaba nada para pensar. La tormenta, los días de estrés por la mudanza y por empezar en una escuela nueva, la falta de comida suficiente, de repente todo esto era demasiado para poderlo manejar.
—Vale —cedió él—. Pero solo será una siesta rápida.
—Por supuesto —respondió Armando.
Oliver se puso de pie y se frotó sus ojos cansados. Armando usó su bastón para ayudarse a levantar su frágil cuerpo.
—Por aquí —dijo Armando, haciendo un gesto hacia el pasillo estrecho y tenuemente iluminado.
Oliver dejó que Armando lo guiara, caminando fatigosamente y sin energía detrás de él. Ahora le pesaba mucho el cuerpo, como si hubiera estado reprimiendo demasiado estrés y tristeza y hasta ahora no fuera consciente.
Al final del pasillo había una extraña puerta de madera que era más baja que una puerta normal y era curva por arriba como si perteneciera a una capilla. Incluso tenía una ventanilla, con un marco de hierro pulido.
Armando abrió la puerta y acompañó a Oliver hasta dentro. Oliver tuvo una sensación nerviosa de expectación al cruzar el umbral.
La habitación era más grande de lo que esperaba y estaba mucho más limpia en comparación con el estado de la cocina. СКАЧАТЬ