Название: La fábrica mágica
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: Oliver Blue y la escuela de Videntes
isbn: 9781640299290
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—Como el aire, de esta forma, sigue diferentes trayectorias, crea una fuerza hacia abajo —explicó—. Y si tomamos la tercera ley del movimiento de Isaac Newton –para cada reacción existe una reacción igual y opuesta- veréis que la reacción que resulta de esa fuerza, de la fuerza hacia abajo, es que el aire que viaja debajo del ala crea sustentación.
Cruzó los brazos y volvió a sentarse en la silla.
La Sra. Belfry parecía victoriosa.
—eso está muy bien, Oliver.
Fue hasta el dibujo y añadió unas flechas. Oliver sintió que una bola de papel chocaba contra su cabeza, pero esta vez ni tan solo reaccionó. Ya no le preocupaba lo que sus compañeros de clase pensaran de él. De hecho, sencillamente estaban celosos de que él fuera tan inteligente y supiera cosas tan chulas como las leyes de la física de Isaac Newton, cuando ellos lo único que sabían hacer era arrugar una bola de papel y tirarla a la cabeza de alguien.
Cruzó los brazos con más fuerza y, ignorando las bolas de papel que le golpeaban la cabeza, se concentró en la imagen de la Sra. Belfry. Estaba dibujando una flecha que señalaba hacia abajo. A su lado escribió «fuerza hacia abajo». La otra flecha que había dibujado señalaba hacia arriba con la palabra «sustentación».
—¿Y qué pasa con los globos aerostáticos? —le retó una voz desde atrás—. No funcionan así, pero aun así vuelan.
Oliver se giró en su silla y buscó al propietario de la voz. Era un chico de aspecto gruñón –cejas oscuras y pobladas, hoyuelo en la barbilla- que se había unido a Paul en el lanzamiento de bolas de papel.
—Bueno, aquí entra una ley completamente diferente —explicó Oliver—. Funciona porque el aire caliente sube. Los hermanos Montgolfier, que inventaron el globo aerostático, se dieron cuenta de que si atrapas el aire dentro de una envoltura, como un globo, se vuelve flotante debido a la baja densidad del aire caliente de dentro comparado con el aire frío de fuera.
El chico parecía más furioso con la explicación de Oliver.
—Vale, ¿y qué pasa con los cohetes? —le retó—. No son flotantes o lo que sea lo que acabas de decir. Pero suben. Y vuelan. ¿Cómo funciona eso, sabelotodo?
Oliver sencillamente sonrió.
—Volvemos a la tercera ley del movimiento de Isaac Newton. Solo que esta vez la fuerza involucrada es la propulsión, no la sustentación. La propulsión es lo mismo que mueve un tren de vapor. Una gran explosión en un extremo produce una reacción contraria a la propulsión. Solo que con un cohete tiene que llegar hasta el espacio, así que la explosión tiene que ser realmente inmensa.
Oliver sentía que se emocionaba cuando hablaba de esas cosas. Aunque todos los chicos le estaban mirando como si fuera un bicho raro, a él no le importaba.
Se giró en su silla para mirar hacia delante. Allí, sonriendo con orgullo, estaba la Sra. Belfry.
—¿Y sabéis qué tenían en común todos estos inventores? —dijo—. ¿Los Montgolfiers y los Wrights y Robert Goddard, que lanzó el primer cohete de combustible líquido? Yo os lo diré. ¡Hicieron cosas que les habían dicho que eran imposibles! Sus inventos eran de locos. ¡Imaginad que alguien dijera que podríamos usar los mismos principios que las antiguas hondas chinas para lanzar a un hombre al espacio! ¡Y aún así han sido inventores revolucionarios, cuyos inventos han cambiado el mundo, y toda la trayectoria de la humanidad!
Oliver sabía que le estaba hablando a él, diciéndole que no importaba lo que la gente hiciera o dijera, él nunca debía callarse porque lo intimidaran.
Entonces sucedió algo excepcional. En respuesta a la pasión y el entusiasmo de la Sra. Belfry, la clase se quedó en un silencio sepulcral. No era el silencio tenso de un ataque preparado, sino el silencio humilde de haber aprendido algo inspirador.
Oliver sintió que se le hinchaba el estómago. La Sra. Belfry realmente era la profesora más genial. Era la única persona que había demostrado casi el mismo nivel de entusiasmo que él tenía por la física, la ciencia y los inventores, y su entusiasmo incluso consiguió silenciar a sus alborotados compañeros, aunque solo fuera por un rato.
Justo entonces, una enorme ráfaga de viento hizo repiquetear los cristales de las ventanas. Todo el mundo saltó a la vez y dirigió la mirada al cielo gris que había fuera.
—Parece que la tormenta va a atacar pronto —dijo la Sra. Belfry.
Inmediatamente después de que ella hablara, se oyó la voz del director por el altavoz.
—Alumnos, acabamos de recibir un aviso del Servicio Nacional de Meteorología. Esta va a ser la tormenta del siglo, como nada que hayamos visto antes. Realmente no sabemos qué esperar. Así que para curarnos en salud, el alcalde ha cancelado las clases por hoy.
Todos empezaron a gritar entusiasmados y Oliver se tuvo que esforzar por oír las últimas palabras del anuncio del director.
—Se espera que llegue la tormenta en la siguiente hora. Fuera hay autobuses. Por favor, id directos a casa. El aviso oficial es no estar en al calle cuando llegue la tormenta aproximadamente dentro de una hora. Este es un aviso para toda la ciudad así que vuestros padres os estarán esperando en casa. Cualquiera que sea pillado haciendo novillos será expulsado.
Alrededor de Oliver, a nadie parecía importarle. Lo único que habían oído era que no había escuela y que iban a aprovecharlo al máximo. Cogieron los libros y salieron corriendo de la clase como una estampida de búfalos.
Oliver cogió sus cosas más lentamente.
—Lo hiciste muy bien hoy —le dijo la Sra. Belfry mientras metía todos sus pequeños modelos dentro de su bolso—. ¿Tienes cómo llegar a casa? —Parecía preocupada por su bienestar.
Oliver asintió para tranquilizarla.
—Cogeré el autobús como todos —dijo, mientras se daba cuenta de que eso podría significar soportar un viaje con Chris. Se estremeció.
Oliver se pasó la tira de su mochila por el hombro y siguió al resto de chicos de la escuela hasta fuera. El cielo estaba muy oscuro, era prácticamente negro. Parecía muy amenazante.
Con la cabeza baja, Oliver empezó a andar hacia la parada de autobús. Pero justo entonces vio algo detrás de él, algo mucho más escalofriante que una nube negra de tormenta tropical: Chris. Y corriendo a su lado estaban sus amigotes.
Oliver se giró y echó a correr. Fue directo al primer autobús que había en la cola. El autobús estaba abarrotado de niños y, evidentemente, a punto de irse. Sin tan solo ver hacia donde iba, Oliver se lanzó a bordo.
Justo a tiempo. El mecanismo siseó y la puerta se cerró tras él. Un instante después, Chris apareció al otro lado, mirando fulminándolo amenazadoramente con la mirada. Sus amigotes se acercaron a su lado y todos lanzaron una mirada amenazadora a Oliver a través de la puerta, que en realidad no era más que un fino escudo de cristal protector.
El autobús partió, alejando a Oliver de sus violentas caras.
Él miraba por la ventana mientras el autobús se alejaba y empezaba a coger velocidad. Muy a pesar de Oliver, Chris y sus compinches entraron a la fuerza en el autobús que esperaba detrás. СКАЧАТЬ