Llegada . Морган Райс
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СКАЧАТЬ y tenía el pelo oscuro, lo llevaba corto y llevaba un pendiente en la nariz con el que parecía retar al mundo a que dijeran algo sobre él. Kevin vio que su cara era bonita, muy bonita, pensó, pero con una dura astucia que daba a entender que no agradecería que la llamaran así. Llevaba una sudadera oscura con capucha y una chaqueta de cuero por encima que parecía ser un par de tallas grande, tejanos rotos y botas de montaña. Tenía una pequeña mochila, como si estuviera haciendo senderismo por la montaña, pero por lo demás parecía más una fugitiva, su ropa estaba tan sucia que podría haber estado por ahí fuera durante semanas antes de que vinieran los extraterrestres.

      —Esto no me gusta —dijo Luna—. ¿Por qué solo hay una chica allá fuera intentando entrar?

      —No lo sé —dijo Kevin—, pero probablemente deberíamos dejarla entrar.

      Eso tenía sentido, ¿verdad? Si estaba pidiendo ayuda, ellos deberían por lo menos intentarlo, ¿verdad? Ahora la chica estaba mirando a la cámara y, a pesar de que parecía que no había ningún ruido, no parecía contenta de que la dejaran allá fuera.

      Luna tocó algo y entonces la oyeron, los micrófonos recogieron sus palabras.

      —¡… que me dejéis entrar! ¡Esas cosas todavía están por aquí fuera! ¡Estoy segura!

      Kevin se puso a mirar por detrás de ella en las cámaras y, como era de esperar, pensó que podía distinguir señales de la gente que había allí, que se movían sin ninguna finalidad y que daba a entender que los extraterrestres los tenían.

      —Deberíamos dejarla entrar —dijo Kevin—. No podemos dejar a alguien allá fuera.

      —No lleva máscara —puntualizó Luna.

      —¿Y?

      Luna negó con la cabeza.

      —Y si no lleva máscara, ¿cómo es que el vapor alienígena no la está transformando? ¿Cómo sabemos que no es una de ellos?

      Como respuesta a ello, la chica de la pantalla se acercó más a la cámara y miró directamente hacia ella.

      —Sé que hay alguien ahí —dijo—. Vi que la cámara se movió. Mirad, no soy uno de ellos, soy normal. ¡Miradme!

      Kevin la miró a los ojos. Eran grandes y marrones, pero lo más importante es que las pupilas eran normales. No habían cambiado al blanco puro de las de los científicos cuando el vapor de la roca se había apoderado de ellos, o de la manera en que lo habían hecho las de su madre cuando él había ido a casa…

      —Tenemos que dejarla entrar —dijo Kevin—. Si la dejamos allá fuera, los controlados la cogerán.

      Como era de esperar, Kevin vio unas siluetas vestidas con uniforme militar que avanzaban hacia delante, moviéndose al unísono, evidentemente bajo el control de los extraterrestres.

      Fue corriendo hacia el compartimento estanco y usó la llave que la Dra. Levin le había dado para abrirlo. Detrás, la chica estaba allí esperando, mientras los antiguos soldados ahora se estaban acercando y rompían a correr.

      —¡Rápido, dentro! —dijo Kevin. Tiró de la chica hacia el compartimento estanco, pues no había tiempo que perder. Fue a tirar de la puerta para cerrarla, sabiendo que estarían a salvo en el momento en el que estuviera entre ellos y los controlados que avanzaban hacia la base.

      No cedía.

      —¡Ayúdame! —le gritó Kevin, tirando de la puerta y sintiendo la solidez del acero bajo sus manos. La chica la agarró con él, tiró de la puerta y tiró su peso hacia atrás para intentar moverla.

      Un poco más lejos, los antiguos soldados avanzaban corriendo y a Kevin le costaba mantener su atención en la puerta y no en ellos. Era la única manera en que podía mantener su pánico a raya y concentrarse en tirar su propio peso hacia atrás, tirando de la puerta.

      Finalmente, cedió, giró hasta ponerse en movimiento mientras se arrastraba hasta cerrarse. Kevin oyó su eco al cerrarse de golpe y bloquearse con un clic que sonó en todo el compartimento estanco.

      «Iniciando proceso de descontaminación» —dijo una voz electrónica, tal y como lo había hecho cuando Kevin y Luna llegaron primero. Hubo una ráfaga al limpiar el aire con los filtros del búnker que había a su alrededor.

      —Hola, me llamo Kevin —dijo. Sospechaba que debía haber algo más impresionante para decir en un momento así, pero no se le ocurría.

      La chica se quedó callada durante uno o dos segundos, pero después pareció darse cuenta de que Kevin podría estar esperando una respuesta.

      —Yo soy Chloe.

      —Encantado de conocerte, Chloe —dijo Kevin.

      Ella lo miró en silencio, como si lo estuviera evaluando y parecía casi preparada para salir corriendo.

      —Claro, supongo.

      La otra puerta del compartimento estanco se abrió con un chasquido. Luna los estaba esperando, sonriendo con su sonrisa más cálida, a pesar de que ella había sido la que había discutido en contra de dejar entrar a Chloe.

      —Hola —dijo Luna. Tendió una mano—. Yo soy Luna.

      Chloe la miró fijamente y, a continuación, encogió los hombros sin cogerla.

      —Esta es Chloe —dijo Kevin por ella.

      Chloe asintió sin mucho entusiasmo en señal de conformidad y miró alrededor cautelosamente.

      —¿Dónde están todos? —preguntó por fin.

      —No hay todos —respondió Luna—. Solo estamos nosotros. Kevin y yo.

      Dio un paso hasta ponerse al lado de Kevin como para recalcar que eran un equipo. Incluso le puso una mano encima del hombro.

      —¿Solo vosotros dos? —dijo Chloe. Se sentó en una de las sillas del centro de mando y negó con la cabeza—. Todo este camino ¿y solo estáis vosotros dos?

      —¿Tú de dónde vienes? —preguntó Kevin.

      —Eso no importa —dijo Chloe sin mirarlos.

      —Yo creo que un poco sí que importa —replicó Luna—. Es decir, has aparecido de la nada y nos pides que confiemos en ti.

      Chloe echó un vistazo rápidamente, encogió de nuevo los hombros y, a continuación, salió de la habitación. Kevin fue tras ella, sobre todo porque sospechaba que si Luna iba tras ella podría haber alguna discusión y porque había algo intrigante en Chloe. Había muchas cosas que no sabían sobre ella.

      —No tienes por qué seguirme —dijo Chloe, mirando hacia atrás mientras Kevin la seguía por uno de los pasillos.

      —Pensé que podría enseñarte el lugar —dijo Kevin—. Bueno… si quieres.

      Chloe encogió los hombros una vez más. Parecía haber matices en sus encogimientos de hombros y, al parecer, este significaba vale. Kevin no estaba seguro de qué hacer con ella.

      —Hemos estado mirando por todas СКАЧАТЬ