Héroe, Traidora, Hija . Морган Райс
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      ÍNDICE

       CAPÍTULO UNO

       CAPÍTULO DOS

       CAPÍTULO TRES

       CAPÍTULO CUATRO

       CAPÍTULO CINCO

       CAPÍTULO SEIS

       CAPÍTULO SIETE

       CAPÍTULO OCHO

       CAPÍTULO NUEVE

       CAPÍTULO DIEZ

       CAPÍTULO ONCE

       CAPÍTULO DOCE

       CAPÍTULO TRECE

       CAPÍTULO CATORCE

       CAPÍTULO QUINCE

       CAPÍTULO DIECISÉIS

       CAPÍTULO DIECISIETE

       CAPÍTULO DIECIOCHO

       CAPÍTULO DIECINUEVE

       CAPÍTULO VEINTE

       CAPÍTULO VEINTIUNO

       CAPÍTULO VEINTIDÓS

       CAPÍTULO VEINTITRÉS

       CAPÍTULO VEINTICUATRO

       CAPÍTULO VEINTICINCO

       CAPÍTULO VEINTISÉIS

       CAPÍTULO VEINTISIETE

       CAPÍTULO VEINTIOCHO

      CAPÍTULO UNO

      Akila estaba colgado de la jarcia de su barco y veía cómo se acercaba la muerte.

      Esto lo aterrorizaba. Nunca había sido de los que creen en señales y en augurios, pero había algunos que no podía ignorar. De una forma u otra, Akila siempre había sido un hombre de lucha, pero aún así, nunca había visto una flota como la que se estaba aproximando ahora. Esta hacía que la flota que el Imperio había mandado a Haylon pareciera una serie de barquitos de papel que unos niños hicieran flotar en un estanque.

      Hacía que lo que tenía Akila pareciera menos que aquello.

      —Son demasiados— dijo uno de los marineros que estaba cerca de él en la jarcia.

      Akila no contestó, pues en aquel momento no tenía una respuesta. Pero tendría que pensar en una. Una que no dejara entrever la pesada certeza que le apretaba en el pecho. Por su mente ya corrían las cosas que se tenían que hacer y empezó a descender. Tendrían que levantar la cadena del puerto. Tendrían que llevar escuadras a las catapultas de los muelles.

      Tendrían que dispersarse, pues lanzarse de cabeza al ataque con una flota de aquel tamaño sería un suicidio. Tendrían que ser los lobos que dan caza a los grandes yaks y correr como un rayo, dando un mordisco aquí y otro allí, hasta agotarlos.

      Akila sonrió ante aquel pensamiento. Casi lo estaba planeando como si pudieran hacerlo. ¿Quién lo hubiera tomado a él por un optimista?

      —Son muchos —dijo uno de los marineros al pasar por su lado.

      Akila escuchó las mismas palabras de otros mientras descendía de nuevo a cubierta. Para cuando llegó a la cubierta de mando, había por lo menos una docena de rebeldes, todos esperándolo con cara de preocupación.

      —No podemos luchar contra ellos —dijo uno.

      —Sería como si ni estuviéramos СКАЧАТЬ