Rebelde, Pobre, Rey . Морган Райс
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СКАЧАТЬ aunque fueran unos pensamientos tan oscuros que una parte de ella deseara tirarse desde el balcón de sus aposentos solo para acabar con todo aquello. Thanos se había ido. Con todo lo que ella había hecho, por todo lo que ella había trabajado y Thanos se había ido. Antes de él, ella nunca había creído en el amor; estaba convencida de que era una flaqueza que solo te abría las puertas al dolor, pero con él parecía valer la pena arriesgarse. Ahora, resultaba que ella estaba en lo cierto. El amor solo facilitaba las cosas al mundo para que te hiciera daño.

      Estefanía escuchó el ruido de la puerta al abrirse y se giró de nuevo, buscando algo más para lanzar.

      “¡Dije que no me molestaran!” gritó antes de ver quién era.

      “Esto no es ser muy agradecida”, dijo Lucio al entrar, “después de que mandé que te escoltaran hasta aquí con cuidado para asegurarme de que estarías a salvo”.

      Lucio iba vestido como un príncipe de cuento, con terciopelo blanco trabajado con motivos de oro y piedras preciosas. Llevaba su puñal en el cinturón, pero se había quitado la armadura dorada y la espada. Incluso su pelo parecía recién lavado, sin ninguna impureza de la ciudad. Para Estefanía, tenía más el aspecto de un hombre preparado para cantar canciones bajo la ventana que para organizar la defensa de la ciudad.

      “Escoltarme”, dijo Estefanía con una sonrisa tensa. “Es una buena palabra para eso”.

      “Me aseguré de que viajaras a salvo por las calles de nuestra ciudad rotas por la guerra”, dijo Lucio, “mis hombres se ocuparon de que no cayeras presa de los rebeldes, o de que no te secuestrara el asesino de tu marido. ¿Sabías que escapó?”

      Estefanía frunció el ceño. ¿A qué estaba jugando Lucio?

      “Por supuesto que lo sé”, contestó bruscamente Estefanía. Se puso de pie, pues no le gustaba que Lucio estuviera por encima de ella. “Yo estaba allí”.

      Vio que Lucio levantaba una ceja fingiendo sorpresa. “¿Por qué, Estefanía, estás confesando que jugaste algún papel en la fuga de tu marido? Porque ninguna de las pruebas apunta en esa dirección”.

      Estefanía lo miró guardando la compostura. “¿Qué hiciste?”

      “Yo no hice nada”, dijo Lucio, que evidentemente estaba disfrutando mucho de todo aquello. “De hecho, he estado buscando arduamente la verdad del asunto. Muy arduamente”.

      Lo que, para Lucio, significaba torturando a la gente. Estefanía no se oponía a la crueldad, pero desde luego no le producía el placer que le producía a él.

      Suspiró. “Déjate de jueguecitos. ¿Qué has hecho?”

      Lucio encogió los hombros. “He procurado que las cosas fueran como yo quería”, dijo. “Cuando hable con mi padre, le diré que Thanos mató a unos cuantos guardias al fugarse, mientras otro confesó ayudarle por afinidad con los rebeldes. Desgraciadamente, no vivió para contar su historia de nuevo. Tenía el corazón débil”.

      Era evidente que Lucio se había asegurado de que nadie que hubiera visto a Estefanía allí sobreviviera. Incluso Estefanía sentía repulsión por la crueldad de todo aquello, aunque por otra parte ya estaba calculando en qué contexto la dejaba para todo lo demás a ella.

      “Desgraciadamente, parece ser que una de tus doncellas se vio atrapada en la conspiración”, dijo Lucio. “Al parecer, Thanos la sedujo”.

      La ira estalló como un fogonazo dentro de Estefanía. “¡Son mis doncellas!”

      No solo era por pensar que hirieran a las mujeres que la habían servido con tanta lealtad, aunque aquello ya era suficientemente malo. Era el pensar que Lucio osara hacer daño a alguien que era obviamente suya. No era solo pensar que hicieran daño a una de las que la habían servido, ¡era el insulto que aquello representaba!”

      “Y de eso se trataba”, dijo Lucio. “Demasiada gente la había visto haciendo encargos para ti. Y cuando le ofrecí a la chica su vida a cambio de todo lo que supiera, se mostró muy servicial”.

      Estefanía apartó la mirada. “¿Por qué haces todo esto, Lucio? Podrías haberme dejado marchar con Thanos”.

      “Thanos no te merecía”, dijo Lucio. “En absoluto merecía ser feliz”.

      “¿Y por qué encubres mi papel en ello?” preguntó Estefanía. “Podrías haberte mantenido alejado y ver cómo me ejecutaban”.

      “Lo pensé”, confesó Lucio. “O al menos, pensé en preguntar al rey por ti cuando se lo contamos. Pero había muchas posibilidades de que te ejecutaran sin pensarlo dos veces, y no podíamos permitir eso”.

      Solo Lucio podía hablar de algo así tan abiertamente, o pensar que Estefanía era algo que podía pedir a su padre como si fuera una baratija preciosa. Solo pensar en ello le producía grima.

      “Pero entonces me pasó por la cabeza”, dijo Lucio, “que estoy disfrutando demasiado del juego entre nosotros para hacer algo así. De todas formas, no es así como te quiero. Quiero que seas mi igual, mi compañera. Verdaderamente mía”.

      Estefanía se dirigió hacia el balcón, sobre todo en busca de aire fresco. Desde tan cerca, el olor de Lucio era de una cara agua de rosas y perfumes claramente pensados para ocultar la sangre que había debajo de los sobreesfuerzos del resto del día.

      “¿Qué estás diciendo?” preguntó Estefanía, aunque ya se hacía bien la idea de qué podría querer Lucio de ella. Ella misma se había preocupado de descubrir todo lo que podía de los demás de la corte, incluidos los gustos de Lucio.

      Aunque quizás no había hecho un trabajo tan bueno. No se había dado cuenta de que Lucio había estado sonsacando a su red de confidentes y espías. Tampoco había averiguado las cosas que estaba haciendo Thanos, hasta que fue demasiado tarde.

      Pero no podía compararlos. Lucio no tenía ninguna moral ni nada que lo detuviera en absoluto, siempre estaba buscando nuevas maneras de hacer daño a los demás. Thanos era fuerte y tenía principios, era cariñoso y protector.

      Pero él había sido el que la había dejado. La había abandonado, sabiendo lo que pasaría después.

      Lucio alargó el brazo para coger su mano, agarrándola de una forma más suave de lo que se podría esperar normalmente de él. Aún así, Estefanía tuvo que luchar para reprimir el ansia de encogerse cuando levantó su mano para acercarla a los labios de él, para besarle la parte interior de la muñeca, justo donde el pulso latía.

      “Lucio”, dijo Estefanía, apartando la mano. “Soy una mujer casada”.

      “Rara vez pienso que eso sea un impedimento”, remarcó Lucio. “Y, para ser honesto, Estefanía, dudo que para ti lo fuera”.

      Entonces la furia de Estefanía estalló de nuevo. “No sabes nada sobre mí”.

      “Lo sé todo sobre ti”, dijo Lucio. “Y cuanto más veo, más sé que tú y yo somos perfectos el uno para el otro”.

      Estefanía se marchó, pero Lucio la siguió. Evidentemente. A él jamás lo rechazaban.

      “Piénsalo, Estefanía”, dijo Lucio. “Pensaba que tenías la cabeza hueca, pero después descubrí la tela de araña que СКАЧАТЬ