Causa para Matar . Блейк Пирс
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Читать онлайн книгу Causa para Matar - Блейк Пирс страница 14

СКАЧАТЬ realmente inocente y limpiaré mi nombre.

      Howard Randall había sido ese caso.

      Soy inocente, había gemido en la primera reunión. Estas estudiantes son mi vida. ¿Por qué las lastimaría?

      Avery le había creído, y por primera vez en mucho tiempo, había comenzado a creer en sí misma. Randall era un profesor de psicología de la universidad de Harvard mundialmente reconocido, en sus sesenta, sin motivación y sin ningún historial conocido de sus trastornadas creencias personales. Más que eso, parecía débil y dañado, y Avery siempre había querido defender a los débiles.

      Cuando logró liberarlo, fue el momento más destacado de su carrera, el punto culminante, eso fue hasta que deliberadamente volvió a matar para exponerla como fraude.

      Todo lo que quería saber Avery era: ¿por qué?

      ¿Por qué lo hiciste? le preguntó una vez por teléfono. ¿Por qué mentir y tenderme una trampa, sólo para terminar yendo a prisión por el resto de tu vida?

      Porqué sabía que podías ser salvada, respondió Howard.

      Salvada, pensó Avery.

      ¿Es ésta la salvación? se preguntó mirando a su alrededor. ¿Aquí? ¿Ahora? ¿Sin amigos? ¿Sin familia? ¿Una cerveza en la mano y una nueva vida cazando asesinos para compensar por mi pasado? Tomó un sorbo de su bebida y sacudió la cabeza. No, ésta no es la salvación. Al menos no todavía.

      Sus pensamientos se volvieron hacia el asesino.

      Se había comenzado a formar una imagen de él en su mente: tranquilo, solitario, desesperado por atención, especialista en hierbas y cadáveres. Descartó que fuese alcohólico o drogadicto. Era demasiado cuidadoso. La camioneta apuntaba a una familia, pero sus acciones parecían indicar que una familia era lo que él quería, no lo que tenía.

      Con la mente dándole vueltas con pensamientos e imágenes, Avery tomó dos cervezas más antes de quedarse dormida de repente en su cómoda silla de exterior.

      CAPÍTULO NUEVE

      En sus sueños, Avery estaba nuevamente con su familia.

      Su ex era un hombre atlético de cabello castaño recortado y deslumbrantes ojos verdes. Ávidos escaladores, fueron de excursión juntos con su hija, Rose; ella tenía tan sólo dieciséis años y ya había sido aceptada anticipadamente a la Universidad Brandeis, a pesar de estar aún en la secundaria, pero en el sueño tenía seis años. Iban cantando y caminando por un camino rodeado de densos árboles. Aves oscuras revolotearon y chillaron antes de que los árboles se convirtieran en un monstruo de sombras y una mano con forma de cuchillo apuñalara a Rose en el pecho.

      "¡No!" gritó Avery.

      Otra mano apuñaló a Jack y él y su hija se alejaron suspendidos en el aire.

      "¡No! ¡No! ¡No!" lloró Avery.

      El monstruo descendió.

      Unos labios oscuros susurraron en su oído.

      No hay justicia.

      Avery se despertó de una sacudida con el sonido de un teléfono sonando incesantemente. Aún estaba en la terraza en su bata. El sol ya había salido. Su teléfono continuaba sonando fuertemente.

      Atendió.

      "Black."

      "¡Oye Black!" respondió Ramírez. "¿Nunca atiendes o qué? Estoy abajo. Junta tus porquerías y salgamos de aquí. Tengo café y bocetos."

      "¿Qué hora es?"

      "Ocho y media."

      "Dame cinco minutos," dijo y colgó.

      El sueño seguía penetrando en sus pensamientos. Perezosamente, Avery se levantó y entró al apartamento. La cabeza le pulsaba. Forcejeó con los vaqueros desteñidos. Hizo que una camiseta blanca se viera respetable con una chaqueta negra. El desayuno fueron tres tragos de jugo de naranja y una barra de granola. De salida, Avery se echó un vistazo en el espejo. Su atuendo, y su comida matutina, tenían poco que ver con trajes de miles de dólares y desayunos diarios en los más elegantes restaurantes. Supéralo, pensó. No estás aquí para verte bonita. Estás aquí para atrapar a los malos.

      Ramírez le alcanzó una taza de café en el auto.

      "Te ves bien, Black," bromeó.

      Como siempre, él parecía ser el modelo de la perfección: vaqueros azul oscuro, una camisa abotonada celeste, y una chaqueta azul oscuro con cinturón y zapatos marrones.

      "Deberías ser modelo," gruñó Avery, "no policía."

      Una sonrisa exhibió su dentadura perfecta.

      "En realidad, hice un poco de modelaje una vez."

      Salió del corredor y se dirigió al norte.

      "¿Dormiste algo anoche?" preguntó.

      "No mucho. ¿Y tú?"

      "Dormí como un bebé," dijo orgullosamente. "Siempre duermo bien. Nada de esto me afecta, ¿sabes? Trato de dejarlo pasar," dijo haciendo una ola en el aire con sus manos.

      "¿Alguna novedad?"

      "Los dos muchachos estaban en su casa anoche. Connelly les puso vigilancia sólo para asegurar que no se escapen. También habló con el decano para obtener información y asegurarse que nadie se ponga nervioso con un montón de policías vestidos de civil merodeando por el campus. Ninguno de los chicos tiene antecedentes. El decano dice que son buenos muchachos de buenas familias. Lo veremos hoy. No hay noticias de Sarah sobre el reconocimiento facial. Deberíamos tener noticias esta tarde. Algunos concesionarios de autos me devolvieron la llamada con nombres y números. Voy a hacer una lista y ver qué pasa. ¿Viste el periódico de la mañana?"

      "No."

      Lo sacó y lo arrojó sobre su falda. En letras negras grandes, el titular decía "Muerte en Harvard." Había otra fotografía del Parque Lederman, junto con una foto más chica del campus de Harvard. El artículo era un refrito de la editorial del día anterior e incluía una imagen más pequeña de Avery y Howard Randall de sus días juntos en la corte. Se mencionaba a Cindy Jenkins por su nombre, pero no había ninguna foto de ella.

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