Amores . Морган Райс
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Название: Amores

Автор: Морган Райс

Издательство: Lukeman Literary Management Ltd

Жанр: Героическая фантастика

Серия: Diario de un Vampiro

isbn: 9781939416971

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СКАЧАТЬ Volteó a ver a Caitlin—. Pero tú no la necesitas… aún.

      —¿Cómo lo sabes? —preguntó ella.

      —Créeme —contestó con una sonrisa—, ya nos habríamos dado cuenta.

      Luego metió la mano a su bolsillo y sacó un frasquito de gotas. Se echó hacia atrás y se puso varias en cada ojo. Volteó y la miró.

      Seguramente se dio cuenta de que a ella le dolían los ojos porque, con mucho cuidado le puso la mano en la frente y presionó hacia atrás.

      —Reclínate —le dijo.

      Ella se hizo hacia atrás.

      —Abre los ojos.

      Cuando Caitlin los abrió, él dejó caer una gota en cada ojo.

      Le quemaron horriblemente. Cerró los párpados y bajó la cabeza.

      —¡Ay! —se quejó y continuó tallándose—. Si estás molesto conmigo, mejor sólo dímelo.

      Caleb sonrió.

      —Lo siento. Al principio queman, pero ya te acostumbrarás. En unos segundos perderás la sensibilidad y dejará de doler.

      Caitlin parpadeó y siguió tallándose. Después de un rato miró hacia arriba y volvió a sentirse bien. Tenía razón, el dolor había desaparecido.

      —Si no hay alguna razón de peso, la mayoría de los vampiros no se atreve a salir durante el día. Somos más vulnerables que en la noche. El problema es que a veces es necesario hacerlo.

      Volvió a mirarla.

      —¿Queda muy lejos la escuela de Sam? —preguntó Caleb.

      —Sólo tenemos que caminar un poco —contestó ella al mismo tiempo que lo tomaba del brazo y lo conducía por el césped cubierto de nieve—. Es la preparatoria Oakville. Yo también estudiaba ahí hasta hace unas semanas. Alguno de mis amigos debe saber en dónde se encuentra Sam.

      *

      La preparatoria Oakville lucía exactamente como Caitlin la recordaba. Parecía un sueño estar de vuelta. Al ver el edificio sintió como si sólo hubiera tomado unas breves vacaciones y ahora estuviera regresando a su vida normal. Por un segundo, incluso creyó que todo lo que había sucedido en las semanas recientes, era tan sólo parte de un sueño demencial. Se permitió fantasear y creer que todo estaba volviendo a la normalidad, que todo sería igual otra vez. Era una sensación agradable.

      Pero cuando giró y vio a Caleb, supo que todo había cambiado, y si acaso había algo más irreal que volver a su pueblo, era haberlo hecho con Caleb a su lado. Entraría a su antigua escuela acompañada de un hombre guapo de más de más de un metro ochenta, con hombros amplios y vestido completamente de negro. El cuello alto de su gabardina negra le cubría el cuello y se escondía un poco detrás de su largo cabello. Parecía recién salido de la portada de alguna de esas populares revistas para adolescentes.

      Caitlin imaginó la reacción que tendrían las otras chicas cuando la vieran con él y sonrió. Nunca había sido muy popular que digamos y los chicos jamás le prestaron mucha atención. Tampoco podía decir que fuera una marginada porque, en realidad, tenía varios buenos amigos. En general, nunca fue el alma de las fiestas; supuso que le gustaba permanecer en un punto medio. Por otra parte, recordaba que algunas de las chicas más populares la habían despreciado. Eran de aquellas que siempre andan en grupo, que caminan por los pasillos con su naricita respingada e ignoran a cualquiera que no sea tan perfecto como ellas. Tal vez ahora, la notarían.

      Caitlin y Caleb subieron por las escaleras y cruzaron las amplias puertas de vaivén que estaban a la entrada de la escuela. Ella miró el enorme reloj. 8:30. Perfecto. Los estudiantes estaban a punto de salir de la primera clase y comenzarían a llenar los pasillos en cualquier momento. Eso les ayudaría a pasar un poco desapercibidos, y así, ella no tendría que preocuparse por la seguridad o por conseguir un pase.

      La campana sonó a tiempo, y en unos segundos, los pasillos comenzaron a llenarse.

      Lo bueno de Oakville era que no se parecía en nada a la espantosa preparatoria de Nueva York. Aquí, aunque los pasillos estuvieran llenos de gente, siempre quedaba bastante espacio para maniobrar. En todas las paredes había grandes ventanales que permitían ver el cielo y dejaban entrar la luz. Además, había árboles en casi todos lados. Eso era casi todo lo que bastaba para extrañarla. Casi.

      Pero Caitlin ya estaba harta de la escuela. Técnicamente le faltaban sólo unos cuantos meses para graduarse, pero le parecía obvio que, en las semanas recientes, su educación había sido mucho más intensa de lo que habría sido si se hubiera quedado sentada unos meses más a esperar que le dieran un certificado. Le encantaba aprender, pero la idea de no volver nunca más a la escuela, le agradaba todavía más.

      Caminaron por el pasillo y Caitlin trató de detectar algún rostro conocido. Sin embargo casi todos los estudiantes eran de los primeros grados y le fue imposible encontrar a alguno de los muchachos mayores. Por otra parte, le sorprendió ver la reacción de todas las chicas: prácticamente todas voltearon a ver a Caleb, y ninguna hizo el intento de ocultar su interés o, siquiera, de mirar en otra dirección. Era increíble. Era como si paseara con Justin Bieber por la escuela.

      En ese momento, Caitlin volteó hacia atrás y se dio cuenta de que todas las chicas se habían detenido y no dejaban de contemplar a su acompañante. Algunas incluso murmuraban entre ellas.

      Volteó de nuevo para verlo a él y se preguntó si se habría dado cuenta. De ser así, no mostraba ninguna señal y, además, parecía no importarle.

      —¿Caitlin? —se escuchó la voz de una chica evidentemente conmocionada.

      Caitlin volteó y vio a Luisa. Era una chica que había sido su amiga antes de que se mudara.

      —¡Oh, Dios mío! —añadió Luisa con emoción y se arrojó con los brazos abiertos para darle un gran abrazo. Antes de que Caitlin pudiera reaccionar, ya tenía a su vieja amiga encima y tuvo que corresponder el gesto. Era agradable ver un rostro conocido.

      —¿Qué te pasó? —le preguntó Luisa hablando a toda velocidad. Su acento latino se hizo evidente; había llegado de Puerto Rico apenas unos años antes.

      —¡Estoy muy confundida! ¿No te habías mudado? Te envié mensajes de textos y correos electrónicos pero nunca me respondiste.

      —Lo lamento —dijo Caitlin—. Perdí mi teléfono y no he tenido la oportunidad de usar una computadora, y además...

      Luisa no estaba escuchando. Acababa de notar a Caleb y se había quedado contemplándolo embelesada. Estaba boquiabierta.

      —¿Quién es tu amigo? —preguntó al fin, casi en un murmullo. Caitlin sonrió; jamás había visto tan nerviosa a su amiga.

      —Luisa, te presento a Caleb —dijo.

      —Es un placer —agregó Caleb sonriendo con la mano extendida.

      Luisa sólo continuó mirándolo. Levantó la mano poco a poco; estaba aturdida y, obviamente, demasiado sorprendida para hablar.

      Miró a su amiga sin comprender cómo había podido ligarse a un chico así. La veía de СКАЧАТЬ