Название: Un Mar De Armaduras
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: El Anillo del Hechicero
isbn: 9781632913715
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Akorth le miró sin comprender.
"¿Suficiente?", preguntó. "¿Existe tal cosa?".
Godfrey notó que él mismo tenía dificultad para pronunciar las palabras, y su mente no estaba tan aguzada como le hubiera gustado. Aún así, estaba empezando a sentir que algo giraba en la habitación, como si algo no estuviera bien, como debía ser. Fue demasiado, como si la habitación hubiera perdido todo sentido de la moderación.
"¡No la toques!", gritó alguien repentinamente. "¡Ella es mía!".
El tono de la voz era sombrío, peligroso, atravesando el aire y haciendo que Godfrey se diera vuelta.
Al otro lado del pasillo, un soldado MacGil estaba parado, erguido, discutiendo con un McCloud; McCloud extendió la mano y le arrebató a una mujer del regazo de MacGil, envolviendo un brazo alrededor de su cintura y tirando de ella hacia atrás.
"Ella era tuya. ¡Ahora es mía! ¡Búscate a otra!".
La expresión de MacGil se hizo sombría, y sacó su espada. El sonido distintivo se oyó en la habitación, haciendo que todos voltearan a ver.
"¡Dije que ella es mía!", gritó.
Su rostro era de un rojo brillante, el pelo enmarañado con sudor, y toda la habitación observaba, notando el tono fúnebre.
Todo se detuvo abruptamente y la sala quedó en silencio, mientras en ambos lados de la habitación, todos miraban, paralizados. McCloud, un hombre grande y fornido, hizo una mueca, tomó a la mujer y la arrojó con fuerza a un lado. Ella salió volando hacia la multitud, tropezando y cayendo.
Era evidente que a McCloud no le importaba la mujer; estaba claro que el derramamiento de sangre era lo que realmente quería, no a la mujer.
McCloud sacó su espada y lo enfrentó.
"¡Va a ser tu vida por ella!", dijo McCloud.
Los soldados se alejaron en ambos lados, dejando un pequeño claro para pelear, y Godfrey vio que todos se ponían tensos. Sabía que tenía que parar esto antes de que se convirtiera en una guerra total.
Godfrey saltó sobre la mesa, deslizándose sobre jarras de cerveza, corrió por el pasillo hacia el centro del claro, entre los dos hombres, extendiendo sus manos para mantenerlos a raya.
"¡Señores!", gritó, arrastrando las palabras. Trató de concentrarse, para hacer que su mente pensara con claridad, y sinceramente lamentó haber bebido tanto como lo hizo.
"¡Aquí todos somos hombres!", gritó. "¡Todos somos un pueblo! ¡Un ejército! ¡No hay necesidad de una pelea! ¡Hay un montón de mujeres para todos! ¡Ninguno de los dos lo dijo en serio!".
Godfrey se dio vuelta hacia MacGil, y MacGil estaba allí parado, frunciendo el ceño, sosteniendo su espada.
"Si se disculpa, lo aceptaré", dijo MacGil.
McCloud se quedó allí parado, confundido, entonces repentinamente suavizó su expresión, y sonrió.
"¡Entonces me disculpo!", gritó McCloud, extendiendo su mano izquierda.
Godfrey se hizo a un lado, y MacGil la tomó con recelo, los dos se dieron la mano.
Sin embargo, al hacerlo, McCloud apretó la mano de MacGil, lo acercó de un tirón, levantó su espada y lo apuñaló en el pecho.
"Ofrezco disculpas", añadió, "¡por no matarte antes! ¡Escoria de MacGil!".
MacGil cayó al suelo, débil, la sangre brotaba hacia el suelo.
Estaba muerto.
Godfrey se quedó en estado de shock. Él estaba sólo a 30 centímetros de distancia de los soldados, y no podía evitar sentir que esto, de alguna manera, era culpa suya. Él había alentado a MacGil a bajar su guardia; era quien había intentado negociar la tregua. Él había sido traicionado por este McCloud, había hecho el ridículo delante de todos sus hombres.
Godfrey no estaba pensando con claridad, y estimulado por la bebida, algo dentro de él lo hizo reaccionar.
Con un movimiento rápido, Godfrey se agachó, arrebató la espada del MacGil muerto, se acercó y apuñaló a McCloud en el corazón.
McCloud lo miró en estado de shock, y luego se desplomó al suelo, muerto, con la espada todavía incrustada en su pecho.
Godfrey miró su mano ensangrentada y no podía creer lo que había hecho. Era la primera vez que mataba a un hombre. No sabía que podía hacerlo.
Godfrey no había planeando matarlo; ni siquiera lo había pensado cuidadosamente. Algo dentro de él lo superó, una parte que exigía venganza por la injusticia.
La sala de repente entró en caos. Desde todos los ángulos, los hombres gritaban y se atacaban unos a otros, enfurecidos. Los sonidos de las espadas siendo sacadas llenó la habitación y Godfrey sintió que Akorth lo empujaba con fuerza fuera del camino, justo antes de que una espada le fuera a caer en la cabeza.
Otro soldado – Godfrey no podía recordar quién o por qué – lo agarró y lo arrojó a la mesa llena de cervezas y la última cosa que Godfrey recordaba era que se deslizó por la mesa de madera, que su cabeza chocó con cada tarro de cerveza, hasta que finalmente cayó al suelo, golpeando su cabeza y deseando estar en cualquier parte, menos aquí.
CAPÍTULO SEIS
Gwendolyn, en silla de ruedas, con Guwayne en sus brazos, se preparó mientras los asistentes abrían las puertas y Thor la llevaba hacia la habitación de su madre enferma. Los guardias de la reina inclinaron la cabeza y se hicieron a un lado, Gwen sostuvo al bebé con fuerza, mientras entraban a la habitación oscura. La habitación era silenciosa, sofocante, sin aire. Las antorchas brillaban débilmente en ambas paredes. Ella podía sentir la muerte en el aire.
Guwayne, pensó. Guwayne. Guwayne.
Dijo el nombre silenciosamente en su cabeza, una y otra vez a sí misma, tratando de concentrarse en otra cosa, menos en su madre moribunda. Al pensar en ello, el nombre le daba tranquilidad, la llenaba de calidez. Guwayne. El niño milagro. Amaba a este bebé más de lo que podría decir.
Gwen quería que su madre lo viera antes de morir. Ella quería que su madre estuviera orgulloso de ella, y quería la bendición de su madre. Tenía que admitirlo. A pesar de su problemático pasado, Gwen quería la paz y resolución de su relación antes de que muriera. Ahora estaba en un estado frágil, y el hecho de que se había vuelto más cercana a su madre estas últimas lunas, sólo hizo que Gwen se sintiera aún más angustiada.
Gwen sintió que su corazón se estrujaba mientras las puertas se cerraban detrás de ella. Miró alrededor de la habitación y vio una docena de asistentes junto a su madre, gente de la vieja guardia a quienes reconoció, que solían cuidar a su padre. La habitación estaba llena de gente. Era la guardia de la muerte. Al lado de su madre, por supuesto, estaba Hafold, su sirvienta fiel hasta el final, haciendo guardia, no dejando que nadie se acercara, como lo había hecho toda su vida.
Mientras Thor acercaba a Gwendolyn a la cabecera de su madre, Gwen quiso levantarse, inclinarse sobre su madre, para darle un abrazo. Pero su cuerpo todavía le dolía y en su estado, ella no podía hacerlo.
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