Название: La alhambra; leyendas árabes
Автор: Fernández y González Manuel
Издательство: Public Domain
Жанр: Историческая литература
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Consultaron algun tiempo entre sí los menestrales.
– ¿Y si dentro de los quince soles nos faltase algun número de morteros, señor?
– Entonces perdereis los que hallais fabricado y no os daré nada.
Volvieron á consultar entre sí los mecánicos.
– Dentro de quince soles, señor, dijeron, tendrás al pie de las canteras de la sierra, treinta mil morteros con su maza.
– Sí, sí, dijo el rey: eso es, treinta mil: uno para cada cautivo.
Los menestrales salieron maravillados:
– ¿Para qué querrá el rey, se decian, treinta mil morteros?
XVII
¡EL REY NAZAR SE HA VUELTO LOCO!
Uno de los que mas se maravillaban y mas recelosos andaban con la determinacion del rey Nazar, era el mismo que le habia metido en la tentacion de construir el Palacio-de-Rubíes.
Yshac-el-Rumi.
Aquel estraño viejo daba en vano vueltas á su imaginacion para adivinar los proyectos del rey.
El destino que queria dar á aquellos treinta mil esclavos y el objeto á que destinaba aquellos treinta mil morteros, eran dos acertijos.
Sin embargo, aquellos dos acertijos, como veremos mas adelante, eran de muy facil resolucion.
A pesar de la facilidad de esta resolucion, Yshac-el-Rumi no daba con ella.
Lo que demostraba que tenia mas de charlatan que de astrólogo.
Sin embargo, Yshac-el-Rumi, como veremos mas adelante no era un hombre malo.
Se habia propuesto motivar un gran acto de justicia, y para ello se habia valido como medio de lo maravilloso, porque sabia demasiado lo dados que eran á la supersticion los musulmanes.
Y cuando decimos los musulmanes, como separando de ellos á Yshac-el-Rumi, parece que decimos que Yshac no era musulman.
En efecto, no lo era originariamente: su mismo sobrenombre de Rumi lo decia33.
Si ahora os contáramos la historia de Yshac-el-Rumi, perderia gran parte de su interés nuestro relato.
Básteos saber que Yshac-el-Rumi no era astrólogo mas que en la charla, que el cuento del rey Aben-Habuz habia sido una invencion suya para maravillar al rey, que el encantado alcázar de Rubíes era una mentira, y que los hermosos planos, dibujos y vistas que habia mostrado al rey y que tanto le habian encantado, los habia comprado á un alarife africano que habia muerto en la miseria, sin lograr que ningun emir de oriente quisiese gastar sus tesoros en la construccion de aquel magnífico alcázar con el cual habia soñado veinte años de su vida, invertidos en la composicion, distribucion, trazas y adornos que estaban demostrados en los pergaminos.
El alarife moribundo, vendió á Yshac-el-Rumi aquellos planos, dibujos y trazas mediante á una estraña condicion, fundada en una historia de amores y desgracias, y por algunos dirahmes de plata con los cuales debia ser comprada una sepultura de piedra.
El alarife habia entregado todos los sueños de su vida á Yshac-el-Rumi, á trueque de una estrecha vivienda donde dormir por toda una eternidad.
Además, el alarife habia entregado á Yshac-el-Rumi una muger y una niña.
La muger era hermosísima, la niña daba señales de serlo.
Fiel Yshac á su juramento, habia embalsamado y puesto en su lecho de piedra al africano: se habia consagrado á aquella niña y á aquella muger, y estaba á punto de realizar los sueños del difunto.
El rey Nazar conocia á la niña.
El príncipe Mohammet la amaba.
Porque aquella niña era Bekralbayda.
El alcázar maravilloso iba á construirse.
Pero no podia Yshac-el-Rumi sacar en claro para qué queria el rey Nazar aquellos treinta mil cautivos y aquellos treinta mil morteros.
Y no era solo Yshac-el-Rumi el que andaba pensativo y confuso por aquel misterio: llegó á interesarse en él todo el reino.
Porque autorizados los walíes, capitanes y arrayaces vasallos del rey Nazar para entrar en algara por las tierras cristianas y las riberas de Africa, empezaron á tomar gente á sueldo, y no se veian por do quier mas que escuadrones armados y banderas tendidas, atravesando la Vega y los desfiladeros de las montañas: y por otra parte los alarifes y labradores de mármol, buscaban cuantos oficiales podian, y pagándolos á precio de oro, se los llevaban á las canteras del rey, donde trabajaban de dia y de noche.
Entre tanto el rey Nazar hacia frecuentes escursiones con Yshac-el-Rumi, y llevando consigo los maravillosos pergaminos, á la Colina Roja.
– Pero aquí no cabe este alcázar, decia á su falso astrólogo: será necesario subir con los muros por la ladera del cerro, y correr por su cumbre, y bajar despues á la Colina de Al-Bahul, cerrando las dos alas del alcázar como con un herrete, con una muralla que cierre el barrio de los Gomeles. ¡Oh! ¡quién tuviera vida para ver terminada esta maravilla!
Yshac se maravillaba de que el rey Nazar pidiese á Dios vida y no tesoros para construir aquel alcázar.
– Muy rico debe ser el rey, decia para sus adentros.
– Cien torres y treinta mil almenas en ellas y en los muros, decia el rey Nazar contemplando los planos: un cautivo para cada almena, un mortero para cada cautivo: treinta mil dirahmes de oro cada un dia; ¡sí, sí, por Allah! hay lo bastante para construir una nueva Damasco. ¡Treinta mil cautivos! ¡uno para cada almena! ¡treinta mil morteros! ¡uno para cada cautivo! ¡treinta mil dirahmes de oro cada un dia!
Yshac-el-Rumi se contristó, porque creyó que el rey habia perdido el juicio, y esto echaba á tierra todos sus proyectos.
Y no era solamente Yshac el que pensaba de esta manera.
Los habitantes de Granada decian tambien, pero en voz baja por temor de ser castigados:
– ¡El rey Nazar se ha vuelto loco!
XVIII
¡EL REY NAZAR ES UN SABIO!
Pasaron los ocho dias que el rey habia concedido á los caballeros del reino para un solo dia de algarada alrededor de las fronteras y al frente de la costa.
El mismo dia en que se cumplia el plazo, amanecieron delante de las puertas de Granada los cuatro mil caballeros, con sus banderas y sus taifas en número de cincuenta mil hombres34.
En el centro del aduar ó campamento formado por cada una de estas taifas, se veian las presas hechas en las fronteras cristianas y en la ribera de Africa, consistiendo la mayor parte de estas presas en cautivos.
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No debe estrañarse que los capitanes y hombres de guerra del reino de Granada reuniesen bajo sus banderas particulares, tal número de ginetes: debe tenerse en cuenta que al reino de Granada se habian refugiado los restos dispersos por la conquista de los otros reinos moros, y consta por testimonios auténticos que solo la ciudad de Granada, una de las mayores entonces del mundo, tenia una poblacion de dos millones de almas, y arrojaba por sus puertas un dia de combate, ochenta mil caballos y un número incalculable de infantes: no hay que deducir su poblacion de entonces por la antigua demarcacion de sus muros, porque segun sus costumbres, en una habitacion muy reducida moraban y dormian diez, doce y aun veinte hombres, toda una familia: habia que contar además en la jurisdiccion particular de la ciudad, las aldeas y alquerías de la Vega, que eran entonces innumerables. Mas adelante veremos que por efecto de las guerras civiles y por las emigraciones á Africa, la poblacion de Granada habia decaido ya de una manera considerable en los tiempos de la conquista por los reyes católicos.