Название: Duelos para la esperanza
Автор: Mateo Bautista García
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
Серия: Vida Plena
isbn: 9788428560832
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A partir de aquí comencé a replantearme toda mi vida. ¿Qué hacer con los proyectos compartidos? ¿Con cuáles decidiría quedarme? ¿De cuáles debería despedirme y decirles adiós? Sentí muy fuerte la presencia de Dios que obró en mí a través de mi hija, amigos, compañeras de mi querido jardín de infantes Juan XXIII y los profesionales de la salud. Logré recomenzar mis clases de natación, incrementándolas, yendo tres veces por semana. Participé junto a mi hija en un taller de duelo, a cargo de la que hoy es mi terapeuta. Recibí un regalo especial de Dios: haber puesto en mi camino el Grupo de mutua ayuda Resurrección. Sí, lo encontré en el mismo lugar donde meses atrás le imploraba a Dios que me mostrara el camino. Será por eso que aun hoy le tengo un especial cariño al último banco de la capillita interna de la catedral.
Cada semana me llevaba a casa nuevas herramientas para elaborar el duelo
En el Grupo de mutua ayuda Resurrección fui recibida con cariño y contención por parte de los coordinadores y de mis compañeros. Era un miércoles de septiembre, un día soleado cálido donde el aire ya olía a primavera. Así que tomé ese día como «mi resurrección» a la primavera de la vida. Cada semana me llevaba a casa nuevas herramientas para elaborar sanamente todos mis duelos no resueltos que salieron a la luz a raíz de la muerte de mi esposo.
Tras haber llorado todo lo necesario, haber sobrevivido a noches de insomnio, haber expresado todo mi dolor con los cinco sentidos, haber podido ponerlo en palabras y en acción, haberme educado en el duelo y haber aceptado que mis seres queridos ya no vuelven, pero que no los tengo perdidos, me propuse «resucitar en vida», aferrarme al Señor y potenciar toda esa fuerza interior que tengo. Todo ello me permitió continuar la vida sin rendirme, recuperando la risa, intentando darle vida nuevamente a mis sueños, poniendo toda la fuerza de voluntad posible, dejando atrás el dolor de mis pérdidas, pero no el amor, y continuando la peregrinación de mi existencia, sabiendo que nada sería igual, pero ya con la esperanza de volver a ser feliz porque nuestros seres queridos nos quieren ver felices.
Actualmente soy coordinadora de un grupo de mutua ayuda en duelo Resurrección, y ayudo a todos sus integrantes a que afronten el dolor de la muerte con una mirada esperanzadora y centrada en la resurrección de Cristo. También participo en la Red Sanar de la Pastoral de la Salud que tanto me ayuda a equilibrar mi sanador herido y a cicatrizar sanamente todas mis heridas. Mi proyecto para el año próximo es iniciar la carrera de psicoeducadora para luego sumarme a las filas del voluntariado y poder trabajar todo lo aprendido en el sector escolar capacitando a los docentes.
Diariamente le agradezco a Dios Padre el tiempo que tuve a mi amado esposo San a mi lado, por su impronta, por su legado, por la familia que juntos formamos y por nuestra hermosa hija Fiorella que tuvo que madurar apresuradamente con todas las muertes y pérdidas de nuestra vida. También les doy las gracias a todos mis seres queridos que ya gozan de la gloria de Dios. Cada uno de ellos dejó múltiples huellas en nuestras vidas. Ellos desde arriba nos acompañan a transitar esta nueva etapa para mi hija y para mí. Yo los llamo cariñosamente «mi bandita del cielo».
Tomarme el duelo como un trabajo me ayuda mucho
Hoy después de quince meses de ser viuda, siento que los fragmentos de mi vida se van uniendo y reparando como en la técnica del kintsugi japonés. Es una práctica que repara las fracturas de la cerámica con resina a base de polvo de oro. Forma parte de una filosofía que plantea que las fracturas de un objeto deben mostrarse en lugar de ocultarse, transformando así la pieza reparada y dándole un nuevo valor. Cuánta similitud con nuestro sufrimiento en el proceso del duelo que parece rompernos por dentro, dejándonos múltiples cicatrices, ¿no? El paso del tiempo desgasta la cerámica, pero también desgasta nuestro cuerpo y nuestra alma hasta que nos rompe no solo por fuera mediante el llanto, sino también por dentro a través de la pena y el sufrimiento. Pero lo bueno y esperanzador que tiene esa rotura tanto en el objeto como en nosotros es que se pueden reparar los objetos mediante el polvo de oro y rehabilitar a las personas mediante la resiliencia. Esta es la capacidad que tenemos para afrontar situaciones adversas, asumirlas, soportarlas y salir fortalecidos de ellas.
Tomarme el duelo como un trabajo me ayuda mucho. Todos los días le dedico un espacio de tiempo para saber cuáles son mis luces y mis sombras, ya que todos tenemos nuestra parte luminosa y nuestra parte sombría. Me propuse comenzar a iluminarla poco a poco. Logré potenciar hábitos saludables en mi vida cotidiana (alimentación, ejercicio físico, sueño reparador). Reforcé mi autoestima, lo que me posibilitó tener una actitud optimista ante la vida. Trato de ser bondadosa conmigo misma y con los demás. Me dejo mimar y acompañar por todos los amigos que me quieren y disfruto mucho de su compañía. Ellos son otro hermoso regalo que me dio Dios. Incremento día a día mi tiempo de esparcimiento priorizando el contacto con la naturaleza. Trato de amigarme con mis defectos e imperfecciones, ya que al intentar mejorarlos fortalezco mi espíritu.
Disfruto diariamente de nuevas formas de orar al realizar mis actividades cotidianas, ellas fortifican mi fe. Planifico con anticipación cada una de mis fechas claves (aniversarios, cumpleaños). Elijo cómo y con quién prefiero pasarlas, priorizando a aquellas personas que me saben acompañar de manera empática. Continúo participando con entusiasmo y entrega, ahora en una familia más grande, como son los dos grupos de mutua ayuda, el de Resurrección y el de la Red Sanar de la Pastoral de la Salud. De ambos grupos aprendí a sanar y sanear mi corazón, mi mente y espíritu para resignificar mi vida, tomando conciencia de que ayudando a los demás me ayudo a mí misma.
«Adiós» hay que leerlo: «a-Dios»
También estoy aprendiendo que los adioses forman parte de la vida. Me encantó escuchar en Resurrección que «adiós» hay que leerlo: «a-Dios». Es poder hacer una entrega confiada de alguien que no «es nuestro» sino que «es con nosotros», diciendo: «Ve con Dios».
Debo aún continuar dedicando tiempo a todos y a cada uno de esos acontecimientos en los cuales vuelvo a sentir la sensación de una nueva pérdida. Por supuesto que estoy aprendiendo que cada «a-Dios» me prepara para nuevas bienvenidas: a desapegarme para continuar mi marcha, a cambiar para crecer, a descubrir y aceptar que existe una vida nueva, aunque sea distinta a la vida que antes tenía.
Querido amigo/a lector/a: la muerte de un ser querido nos deja en situación de «puzle» que hay que «encajar y ordenar». Los duelos sin elaborar, y más si se trata de duelos acumulados, no son una buena inversión para la vida. Los duelos por muertes y pérdidas nos invitan y desafían cotidianamente a reconstruir y resignificar nuestra persona para continuar viviendo felices el proyecto de vida que Dios nos ha confiado, hasta ese día en que lo veamos a Él cara a cara, en la dicha sin fin, y en el que nos volvamos a reencontrar con toda nuestra «bandita del cielo» en la fiesta del amor eterno. ¡Un abrazo de oso!
El camino del duelo por la muerte de un hijo es desolador, no se puede ni se debe hacer en solitario
Todos estaban allí para sostenernos.
¡Qué gran ayuda fue!
Hola, queridos amigos! Tengo el honor de que me concedan su tiempo para compartir un camino de vida. Les quiero presentar a nuestra familia. Vicente y yo nos casamos en el año 1971, el 30 enero. Éramos СКАЧАТЬ