Название: Salud del Anciano
Автор: José Fernando Gomez Montes
Издательство: Bookwire
Жанр: Медицина
Серия: LIBROS DE TEXTO
isbn: 9789587592597
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Esto ocurre especialmente en los hombres, acostumbrados al espacio público y a ser proveedores, aunque en este sentido, en un futuro cercano también afectará en la misma medida a las mujeres. El problema que la jubilación plantea a los hombres es de tipo instrumental y social (pérdida de prestigio, de identidad, de relaciones, de poder económico), mientras que en el caso de las mujeres pone de relieve nuevamente la situación familiar, dado que las ancianas de hoy han estado dedicadas a las labores del hogar y a las funciones familiares.
También se confunden jubilación y retiro; los valores que orientan la vida individual y colectiva después de los 65 años se subordinan a una ética del retiro, situación que se ha denominado jubilación, la cual ha significado durante muchos años, y aún persiste el concepto, el evento de la vida que marca el comienzo del fin del curso de vida de un individuo, puesto que se le desvincula sin posibilidades de reinserción. Siempre se asume como una profesión o como un estado en el cual cesa la vida productiva, dando paso a un nuevo estilo de vida donde prima el ocio y el tiempo libre. Sin embargo, en términos reales la jubilación representa la finalización del empleo, pero no del trabajo, ni de la vida productiva. Jubilación y retiro se asumen como sinónimos y dependientes de la edad, de hecho, el criterio laboral (mantenimiento o pérdida de actividades laborales y del rol productivo) es el factor determinante para definir la vejez. De esta manera, jubilación, retiro y vejez pasan a ser sinónimos y llevan consigo una visión pesimista que implica la idea de pérdida de los roles sociales y de las funciones familiares.
Para las políticas sociales, la jubilación, más que el retiro, es una ganancia y un privilegio de quienes han dedicado “su vida” al trabajo y supone un merecido descanso, una retribución a la labor de toda una vida, pero la realidad individual puede ser otra, debido a que puede llegar a representar el punto final para mantener las posibilidades de estatus y las relaciones sociales al perder todos los referentes vitales, un “rol sin rol”, antes se era panadero, oficinista o médico, ahora se es jubilado, por ello existe un polémica en torno a la jubilación: privilegio vs. imposición, para algunos es una recompensa, mientras que para otros es la muerte social. A principio del siglo pasado la vida estaba integrada por los años escolares y los del trabajo, con una esperanza de 46,3 años las personas solo pasaban en promedio 1,2 años jubiladas, pero ya en el 2013, con una esperanza de vida de 70,9 años para los hombres y 77,1 para las mujeres, una persona promedio pasaba al menos una cuarta parte de su vida como jubilada.
No obstante, el problema real no es la jubilación, la pensión o el retiro, sino la pérdida de la capacidad adquisitiva por la pobreza en la gran mayoría de las familias colombianas, que no permite una estabilidad económica para los viejos. Se trata de una población que debe trabajar por necesidad y no por placer. Aun los pensionados necesitan completar sus ingresos, pero actualmente no existen oportunidades de empleo para los mayores de 60 años, lo cual los lleva a tener un bajo nivel de vida que se expresa en carencias cualitativas y cuantitativas de vivienda y de servicios públicos, desnutrición y malas condiciones de salud, todo lo cual influye en la prevalencia de enfermedades carenciales y condiciones crónicas, un mayor índice de letalidad por ausencia de atención médica oportuna y adecuada y por la carencia de recursos para atender necesidades más allá de la subsistencia. Los resultados de las investigaciones muestran una fuerte, consistente y graduada asociación entre el ingreso económico y la reducción de la actividad física, de las funciones psicológicas y cognoscitivas y de la salud en general.
Otro aspecto determinante de la ocupación relacionado con el envejecimiento es lo atinente al manejo del tiempo, pues a pesar de la estimación oficialmente positiva que tiene la jubilación en nuestras sociedades, como presunto estado de ocio placentero indefinido, los ancianos no están preparados para esta situación, dado que el ocio no ha constituido una parte importante ni de su vida ni de su proceso de socialización. De esta manera, el manejo del tiempo supone otra fuente de preocupaciones y ansiedades, ya que afecta las relaciones familiares, especialmente la vida en pareja, porque modifica los ritmos vitales. Las modificaciones van desde el cambio de hábitos y rutinas, qué hacer, cuándo, cómo y con quién, ahora que ya no se trabaja, hasta el rediseño del trabajo familiar y la participación en las actividades cotidianas. Esto es complejo y conflictivo, sobre todo, para los hombres, ya que “las mujeres nunca se jubilan”, siempre llevan consigo la responsabilidad del trabajo doméstico. A diferencia de ellas, los hombres deben asumir otras responsabilidades y tareas que antes eran consideradas exclusivamente femeninas o que se habían delegado a otros miembros de la familia, por ejemplo, colaborar en las actividades domésticas.
El estudio SABE Colombia, acerca de la ocupación del tiempo entre los ancianos, muestra que cerca de una tercera parte (30,4%) trabaja y que mientras 45,4% de los ancianos entre 60 a 64 años trabaja, entre los mayores de 80 años solo 6,4% lo hacen.
Además, trabajan más los ancianos hombres, no parientes del jefe del hogar, los más pobres, en la zona rural y que viven solos; en tanto que los menores porcentajes de los que trabajan se encuentran entre los ancianos de 79 años, que son suegros, padres o cónyuges, mujeres, viudos y que viven en familias extensas incompletas.
Por otra parte, a medida que aumenta el índice de riqueza, disminuyen las proporciones de los que trabajan. Los que trabajan son de estratos más bajos, tienen necesidad del ingreso o lo hacen para ayudar a la familia. En tanto que en los de estratos medio y alto trabajan más para estar ocupados, para sentirse útiles o porque les gusta el trabajo.
De otro lado, al preguntar las razones para trabajar y para no trabajar, se encontró que:
• La mayor parte de quienes trabajan (60,7%) lo hacen porque lo necesitan, 13,2% quieren ayudar a la familia, 9,3% trabajan para estar ocupados, 7,5% para sentirse útiles y 9,4% porque les gusta el trabajo. Es decir, la principal motivación para trabajar es la necesidad económica.
• Los ancianos que no trabajan dan las siguientes razones para no hacerlo: tienen problemas de salud (39,4%), están jubilados (24%), no consiguen trabajo (9,1%) y las familias no quieren que trabajen (11%), solamente 3% refirió no necesitarlo.
• A medida que aumentan los niveles del índice de riqueza, aumentan las proporciones de los que no trabajan. Mientras los que están en el índice de riqueza bajo y más bajo no trabajan porque no han conseguido trabajo o por problemas de salud, los jubilados se encuentran en los índices alto y más alto, lo mismo que los que están cesantes o aquellos cuyas familias no quieren que trabajen.
En el país existe un porcentaje importante de población mayor de 60 años que continúa haciendo parte del mercado laboral. Pero no precisamente como resultado de la efectividad de las políticas de protección, ni como conquista de espacios por parte de un sector de la población que no es protagonista en las discusiones sociales. Esto es el reflejo de la necesidad de supervivencia de un colectivo de personas que han corroborado que trabajar durante toda su vida no les ha propiciado los medios necesarios para gozar de lo que se podría considerar una vejez digna.
El papel que las ayudas familiares tienen en la seguridad económica de los ancianos es fundamental. En la vejez, como en СКАЧАТЬ