Название: Santa María de Montesa
Автор: AAVV
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Nexus
isbn: 9788491345107
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Obviamente, el filoaragonesismo del maestre no era buena carta de presentación para un rey que aspiraba a crear un Estado soberano para Castilla,27 y el maestre se vio obligado a refugiarse en su encomienda de Alcañiz en los dominios del rey de Aragón. Desde allí, y pasando por distintas fases, no dejó de reclamar la dignidad de su maestrazgo hasta su fallecimiento en 1336.28 El cisma no finalizaría hasta 1348.29
TENSIONES INTERNAS
Ahora bien, como hemos visto, el complejo maestrazgo de García López de Padilla no solo fue el fruto de su declarado filoaragonesismo. De hecho, en ocasiones, ese filoaragonesismo le sirvió de apoyo frente a procesos desestabilizadores generados en la propia Orden, unos procesos en los que los intereses cortesanos se mezclaban con ansias de renovación interna.
Hablábamos al principio de tendencias de redefinición de estructuras que en las primeras décadas del siglo XIV son comunes a todas las órdenes militares. Esas tendencias son deudoras de un incremento de la presencia nobiliaria en ellas que, poco a poco, demandaba cuotas de participación activa en el poder hasta consolidar estructuras de gobierno oligárquico, y aunque ciertamente sea esta una afirmación que requiera una atención matizada, parece que la tendencia resulta bastante evidente.30
Pues bien, esas estructuras acaban cristalizando en un sistema de distribución dual de competencias que es lo que conocemos como mesa maestral, por un lado, y red comendataria, por otro. El momento de constitución de la primera31 puede situarse en los años inmediatamente anteriores a 1300,32 aunque concretamente para la Orden de Calatrava es 1322 la primera mención explícita que disponemos de la «mesa maestral».33
Este proceso de oligarquización de las órdenes militares, y concretamente de la de Calatrava, no se vivió pacíficamente. La dialéctica entre un autoritarismo maestral, de que es acusado López de Padilla en más de una ocasión, incluida la decisiva de 1325, y el reiterado asalto de altos dignatarios de la Orden a la más alta responsabilidad –en esta circunstancia fue el clavero Juan Núñez de Prado– son otra clave con la que entender la difícil coyuntura de la que estamos hablando.
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De este modo, y en conclusión, puede decirse que una identidad cuestionada –la de unas órdenes militares sospechosas de ineficacia–, el ansia de las monarquías por hacerse con el control de sus recursos y una insatisfacción creciente de las oligarquías comendatarias frente a políticas maestrales que se consideraban abusivas, son los tres argumentos que recorren la vida de la Orden de Calatrava en el primer tercio del siglo XIV y que, siendo también telón de fondo para el análisis de las demás órdenes, nos ayudan, de un modo u otro, a entender el contexto en que nace la Orden de Montesa.
* El presente estudio forma parte del proyecto de investigación I+D Violencia religiosa en la Edad Media peninsular: guerra, discurso apologético y relato historiográfico (ss. X-XV), financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (referencia: HAR2016-74968-P).
1. Concretamente las críticas contra el Temple, la única orden militar realmente existente entonces, comenzaron a raíz del mismo fracaso de la «segunda cruzada». Véase M. L. Bulst-Thiele: «The Influence of St. Bernard of Clairvaux on the Formation of the Order of the Kingths Templar», en M. Gervers (ed.): The Second Crusade and the Cistercians, Nueva York, 1992, p. 63. Por otra parte, es bien conocido el carácter marcadamente crítico con la cruzada del anónimo analista de Würzburg, responsable de los Annales Herbipolenses; pues bien, en la narración correspondiente al año 1148, el del desastre de la ofensiva, aparece una clara acusación contra los templarios: su avaricia, perfidia, envidia y actitud fraudulenta explicarían sin dificultad ese fracaso. Cit. H. Nicholson: Templars, Hospitallers and Teutonic Knights. Images of the Military Orders, 1128-1291, Leicester University Press, 1993, p. 38. No debemos olvidar, por otra parte, las conocidas críticas del abad Isaac de L’Étoile –fallecido en torno a 1159–, en su famoso sermón 48 acerca de un «monstruo nuevo» refiriéndose al Temple. G. Raciti: «Isaac de l’Etoile et son siècle. Texte et Commentaire historique du sermon XLVIII», Cîteaux: Commentarii Cistercienses, 12, 1961, pp. 281-306, y 13, 1962, pp. 18-34. El texto ha vuelto a ser editado en A. Hoste y G. Raciti (eds.): Isaac d l’Étoile, Sermons, III, París, 1987, pp. 150-167. La opinión mayoritaria se decanta por considerar el Temple como el objeto de los comentarios del abad Isaac, pero existen visiones distintas. Estas han sido bien recogidas por Ph. Josserand: L’Église et pouvoir dans la Péninsule Ibérique. Les ordres militaires dans le royaume de Castille (1252-1369), Madrid, 2004, p. 1, n. 2. Con todo, es evidente que esas críticas se hicieron más intensas después de la frustrante caída de Jerusalén en 1187. A. Demurger: Auge y caída de los templarios, 1118-1314, Barcelona, 1986, pp. 227 y ss.
2. A. Demurger: Los templarios deben morir, Barcelona, Ediciones Robinbook, 2009, pp. 175-183.
3. Todo lo relativo a este tema no resulta nada claro, porque las ideas de Ramón Llull sobre su proyecto de unificación fueron variando con los años. En una obra inicial, Liber de passagio, de 1292, Llull, con el fin de hacer efectiva la recuperación de Tierra Santa, solicitaba del papa la creación de una orden militar que, bajo el nombre de «Orden del Espíritu Santo», sería el resultado de la fusión de las del Hospital, Temple, Teutónica y las hispanas de Santiago y Calatrava, y su maestre habría de ser «un rey devoto y valeroso que no tuviera esposa o estuviera en disposición de abandonarla». Más adelante, en 1305, en su Liber de fine, la orden fusionada pasa a denominarse «Orden de la Milicia», y su caudillo sería un bellator rex, el noble hijo de algún monarca, que, después de reconquistar Jerusalén, se proclamaría rey en la Ciudad Santa. Pero es que más adelante, en 1309, en otra obra que lleva por título Liber de adquisitione Terrae Sanctae, Llull dice que el maestre de la orden unificada sería un caballero y religioso, feudatario y servidor del papa (véase R. da Costa: «Ramón Llull, la cruzada y las órdenes militares de caballería», conferencia pronunciada en el seminario «Cristianisme i l’Islam –el cas de Tortosa i Tartous a la Mediterrània» [en línea]). En estas condiciones, no es fácil identificar al máximo responsable de la orden proyectada y que Ramón LLull, al menos en un principio, tenía en mente. Demurger sugiere a Felipe IV o a alguno de sus hijos (A. Demurger: Caballeros de Cristo. Templarios, hospitalarios, teutónicos y demás órdenes militares en la Edad Media (siglos XI a XVI), Granada, Universidad de Granada-Universitat de València, 2005, p. 254), pero quizá sea más razonable pensar que el franciscano mallorquín en realidad apuntaba hacia el rey Jaime II de Aragón o, mejor aún, a su hermano Fadrique, rey de Sicilia desde 1296, y al que tenía en particular estima. S. García Palou: «El candidato de Ramón Llull para el cargo de Maestre General de la Orden del Espíritu Santo», Estudios Lulianos, 11, 1967, pp. 1-15.
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