Название: Páginas que no callan
Автор: AAVV
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9788437096179
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La novela La voz dormida (2002) de Dulce Chacón, difiere de la novela de Cercas en cuanto a que no introduce el proceso de investigación y recuperación del pasado dentro del marco de la trama. Al leer esta novela no encontramos a un narrador protagonista que descubra ningún escándalo histórico (por ejemplo, la inventada historia del fusilamiento de Mazas en el Collell) desde la perspectiva actual, es decir, la de la España del fin de segundo milenio, sino que las historias de las presas republicanas en la posguerra nos las cuenta un narrador omnisciente, el rasgo que comparte esta obra con la novela de Rivas. Pero también La voz dormida se inscribe en la misma tendencia afiliativa que representan las novelas de Cercas y Rivas. Con esta última se nota un símil en el paratexto donde se hallan varios agradecimientos a los que ayudaron a reconstruir las historias y memorias de los protagonistas-víctimas de represalias franquistas en un acto de homenaje a los olvidados. En el caso de Dulce Chacón ese acto afiliativo cobra una significación también simbólica: la escritora-descendiente de una familia conservadora rinde homenaje a los del otro bando. Dulce Chacón también escribe la novela Cielos de barro (2000), con la que inicia su denuncia de la situación de los republicanos en la España franquista, donde aborda el tema de la memoria y de la mujer, pero es en La voz dormida donde se marca de una manera excepcional su compromiso con las mujeres republicanas represaliadas y la memoria histórica. Los motivos para su postura recuperatoria hacia las heroínas y sus memorias, y no hacia las de los varones héroes, resultan del hecho de que el protagonismo femenino verdaderamente no se ha conocido y también se ha sometido al olvido, como sus protagonistas. Inma Chacón, la hermana de Dulce, explica así los motivos que despertaron el interés de su hermana por recuperar el heroísmo femenino en la guerra y la posguerra:
Siempre se habla del silencio, del olvido. Y una de las grandes olvidadas es la mujer. La mujer perdió doblemente la guerra: perdió la guerra y la posguerra. Perdió los derechos conquistados durante la República, que fueron muchos, y fue sometida a una doble construcción del olvido. La mujer debía renunciar a lo que fue y a lo que pudo haber sido. [...] Es necesario que la historia contemple su presencia [...] en la batalla contra el fascismo. La memoria colectiva debe construirse también con el dolor de las mujeres. [...] Yo quiero rendir homenaje a estas mujeres que perdieron la guerra y posguerra. Recoger sus voces, que han sido condenadas al silencio, y hablar de las protagonistas que lucharon por un mundo mejor. Por eso escribí una novela, La voz dormida, construida a partir de testimonios orales. [...] Es justo. Y es preciso que no caigamos en creer que existe el olvido: existe el silencio; pero el olvido no: el olvido nunca (Chacón, 2009: 320-321).
Así, Dulce Chacón reclama la memoria olvidada con el despertar de las voces dormidas, esas voces que permanecieron calladas durante más de sesenta años. Muchos historiadores consideran La voz dormida como un fenómeno social que levantó interés para recuperar la memoria y llegó a los corazones de muchos.4 No es una simple novela de ficción, es más: es una historia de ficción tejida con muchas historias reales, en las que sus protagonistas todavía hablaban en voz baja paralizadas por el miedo fantasma. La voz dormida es la voz de gente como Tomasa, que no quiso contar que todos sus familiares habían muerto asesinados, «la voz dormida al lado de la boca» (Chacón, 2008: 238).
La novela El lápiz del carpintero (1998), de Manuel Rivas, no es unánimemente considerada como novela histórica. Por ejemplo, Aníbal C. Malvar la define como «excesivamente maniquea» (1998: 9), o José Luis Losa, quien es sobrino de Paco Comesaña, en cuya vida está basada la novela, «ve en la obra ciertas desviaciones de la realidad con respecto al carácter reaccionario de la familia del protagonista» (Regueiro Salgado, 2003: 109). Tampoco la considera histórica Manuel Rivas, negando tal carácter a su novela, que aunque trata de la guerra, no es histórica, sino que es una historia contada desde la perspectiva de nuestros tiempos. Otros críticos subrayan el carácter testimonial de la obra, su importante papel de recuperación de figuras fundamentales de la intelectualidad gallega, o el objetivo revelador respecto al pasado del país, manteniendo así su valor histórico, aunque contaminado con elementos ficcionales. Rivas trata la Guerra Civil a partir de temas y personajes republicanos y de la represión que hubo en su país. En este aspecto la obra de Rivas se parece a la de Dulce Chacón. En ambos casos aparece una resistencia de las víctimas desde la cárcel. Volviendo al atributo maniqueo de esta obra, también damos a conocer la idea principal de Rivas de elegir la Guerra Civil para el tema de su novela, a la cual trata como «la metáfora de todas las guerras» y con la que también pretende desarrollar la idea del bien y del mal como valores absolutos de su novela. Según Celia Torres Bouzas:
El mal aparece instalado en la sociedad como un orden, como un sistema que afecta a cada rincón de la vida y transforma la mirada humana y el modo de ver e intervenir en el paisaje, el bien, representado en el lápiz, aparece poseyendo al guarda Herbal y conserva la mirada de belleza y de bondad frente al feísmo y la crueldad (1998: s. p.).
Manuel Rivas reproduce lo que fue la historia de España, mitifica a los perdedores de la guerra y envilece a los que la ganaron. Por eso el protagonista, que encarna el bien, el doctor Da Barca, está construido como un personaje sin grietas, sin defecto, que presenta el bien en el estado más puro, representando la cara más amable de la izquierda española, como dice Montserrat Iglesias Berzal (2002: 871): «un izquierdismo humano, incluso humanista, comprometido con la cultura, con el espíritu, con el amor y, sobre todo, con el pueblo doliente». Este personaje revolucionario, un internacionalista que no revela ninguna filiación exacta a la gran familia política, aunque con su postura pertenece a esa mitad de España que ha perdido la guerra, reúne los datos históricos y ficticios que le atribuyó Manuel Rivas, más inclinándose a estos últimos, ya que:
Los hechos históricos trufan pero no construyen el discurso literario. No hay ni cronología detallada ni inserción de personajes reales, a excepción de los intelectuales galleguistas citados como los compañeros de prisión del doctor Da Barca. Puede que el pintor y el doctor Da Barca fueran personajes históricos (Camilo Díaz Baliño y Francisco Comesaña, respectivamente), pero se les ha recreado tanto que su única vida para el lector se limita a la de criaturas de ficción (Iglesias Berzal, 2002: 873).
Resumiendo, El lápiz del carpintero no se considera un documento válido para entrar en una disputa enfocada en la explicación de los motivos de la Guerra Civil, pero desmiente la historia dando a conocer las verdaderas actitudes de ambos bandos y revela una determinada apropiación mítica de la contienda fratricida desde nuestros tiempos. Así recupera la memoria de los perdedores, lo que ha sido una intención principal de Rivas, confirmada en la siguiente cita:
O voda vixiada é anécdota de arranque da narración; o móbil, que non se perda a lembranza de tantos e tantos caídos polo simple feito de pensar distinto dos sublevados en xullo de 1936. Esa lembranza que O lapis do carpinteiro personifica no supervivente doutor Daniel da Barca e no pintor. E alí están, por simple referencia aparentemente pasiva, os tamén pintores coruñeses Francisco Miguel e Luis Huici (tamén xastre) e os alcaldes de Santiago, Ánxel Casal, ou do Ferrol, Ánxel Quintanilla. Todos eles foron paseados nas primeiras semanas do triunfo da sublevación fascista, algúns deles cunha crueldade –a amputación das mans a Huici– que Rivas lembra por simple restitución á súa memoria (Ventura, 1998: 301).
El fenómeno de la memoria está marcado por dos operaciones semióticas destacables, la de fijar y la de olvidar. Cuando evocamos el pasado, todos los hechos se someten al control del recuerdo y de la memoria, que los selecciona y cohesiona, porque estos sucesos quedan despojados de su tiempo originario. La memoria, muy a menudo, fija el pasado en función de un presente, donde quedan atrapados los protagonistas y sus acciones. Por eso valen las palabras СКАЧАТЬ