100 millones de Hair Ties y un Vodka Tonic (Latinoamérica y Estados Unidos). Sophie Trelles-Tvede
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СКАЧАТЬ profesores pensaban que estaba tomando notas. Otros estudiantes de Administración sonreían cuando me veían, diciendo en tono irónico: “¡Oh, Sophie, nos has honrado con tu presencia!”.

      Aunque ninguno de los profesores sabía realmente si faltaba a algunas conferencias, las clases eran más difíciles de evitar. En los primeros tiempos, le pedía a algún amigo que falsificara mi firma en las listas de asistencia, y hasta un cierto punto eso funcionaba. El problema era que los tutores no habían memorizado todos nuestros nombres, por lo que se apoyaban en la lista de asistencia para hacernos preguntas. Si no asistías a más de tres clases, la universidad les escribía a tus papás. Por ese motivo debía ir a al menos algunas de ellas, pero torcía las reglas lo máximo posible.

      Llegaron las vacaciones de verano, viajé a Barcelona con Hope y un par de chicas más, y fue entonces cuando Hope comenzó a entender que lo de invisibobble realmente era en serio. Conocí a Hope en la escuela en Zúrich, nos volvimos mejores amigas y siempre, desde el primer momento, fuimos muy honestas una con la otra. Todos los días nos despertábamos con resaca y mientras mis amigas se preparaban para ir a la playa yo me volvía, en palabras de Hope, “muy irritante”.

      “Necesito hacer algunas tareas”, decía yo.

      “¿Qué tareas tendrías que hacer AHORA MISMO?”, preguntaba Hope.

      “Debo confeccionar algunas facturas”.

      Hope rio al ver que hacía mis facturas en Word, las guardaba como PDF y luego las enviaba por e-mail a cualquier persona que hubiera pedido invisibobbles. Me despertaba a las 6 de la mañana muy entusiasmada para ver si teníamos algún pedido, y luego me ponía a facturar.

      Por entonces, el valor de nuestros pedidos había subido, ya era de entre USD 120 y USD 550 por día, y si teníamos suerte, recibíamos un pedido de alrededor de USD 1.200. Para alguien de 19 años intentando comenzar una empresa en su primer año de la universidad, estas cifras eran inmensas, como lo serían para cualquier persona en un emprendimiento pequeño como el nuestro. Lo cierto es que fuimos rentables desde el principio: en los primeros meses del negocio vendimos lo suficiente para recuperar nuestra inversión inicial de (USD 4.000) y destinábamos todos nuestros ingresos a conseguir más invisibobbles y satisfacer más pedidos.

      Para mi papá, sin embargo, estas sumas de dinero eran ínfimas.

      Verán, mi padre no tenía exactamente un trabajo convencional. Era autónomo y siempre había hecho más o menos lo que había querido para ser exitoso. Era muy bueno comerciando materia prima, como el cobre; recuerdo un día, cuando era niña, en que colgó el teléfono y me dijo que había adquirido un montón de cobre. Unas dos semanas más tarde, le pregunté por qué no había llegado a nuestra casa.

      Yo: —¿Cuándo nos entregarán el cobre, papá?

      Papá: —El cobre no se entrega.

      Yo: —¿Entonces por qué lo compraste?

      Papá: —No, solo lo compré temporalmente y luego lo venderé, con suerte en unos dos meses.

      Yo: —¿Cómo funciona eso?

      Papá: —Bueno, mientras yo sea el dueño del cobre, el precio subirá. Luego podré venderlo para obtener una ganancia.

      En otra ocasión, yo estaba sentada en la cocina, en pijamas y viendo Bob Esponja en la televisión mientras comía un sándwich, entró mi papá y se sentó a mi lado, lucía un poco pálido.

      Yo: —¿Estás bien?

      Papá: —Acabo de apostar la casa.

      Yo: —¿Cuál fue la apuesta?

      Papá: —Bueno, la lira turca se desplomó como una roca, y ahora puedo obtener un interés muy alto y grandes beneficios si la compro.

      No entraré en detalles sobre las operaciones de cambio internacional, pero digamos simplemente que mi papá, en ocasiones, hacía enormes apuestas en distintas monedas y no siempre ganaba. Como esa vez lo hizo, seguí mirando Bob Esponja.

      Las apuestas de mi padre solían ser bastante grandes, y que yo ganara un par de cientos de euros con unas hair ties plásticas no lo impresionaba demasiado. Tampoco comprendía realmente que las personas pudieran comprar un paquete de invisibobbles y luego quisieran volver a hacerlo. Solo cuando comenzó a ver —mientras esperaba en las colas de los aeropuertos— a más y más mujeres usando invisibobbles en el cabello o en la muñeca, pudo entender que eran populares y que las personas las querían en distintos colores (y distintos tamaños, cuando comenzamos a fabricarlas). Mi papá no estaba hecho para el mundo de los accesorios femeninos.

      Tampoco era alguien que pensara realmente en cómo el pollo que estaba por comer había llegado al supermercado o dónde se fabricaba su dentífrico. Creo que para él todas estas cosas simplemente existían. Es casi como si el sofá de nuestra sala hubiese aparecido allí como por arte de magia, como si Dios hubiese dicho “¡he aquí tu sofá!”.

      Los bienes materiales requieren un nivel muy alto de manipulación, y es comprensible que muchas de las personas que trabajan con bienes virtuales, como el software o las finanzas, no entiendan el alcance de estos procesos. Aún hoy hay gente que me pregunta si mi trabajo es de tiempo completo, como si las invisibobbles aparecieran en las tiendas mágicamente, entregadas por el hada de las hair ties.

      12. En español, ‘grupo de opinión’ (N. del T.)

      5.

      De repente, teníamos 22 años

      LO QUE APRENDÍ:

      • Puede que las personas no te tomen en serio si tienes una empresa, pero aparentas ser adolescente.

      • Los productos que se ven raros pueden ponerse de moda.

      • Pensar en empaquetar de una manera completamente diferente puede ser un factor determinante para tener éxito.

      En septiembre de 2012, cuando Felix y yo comenzamos nuestro segundo año en la universidad, se volvió evidente que necesitábamos organizarnos un poco mejor. Ya habíamos vendido alrededor de USD 56.500 en invisibobbles, principalmente a peluquerías en el Reino Unido y en Alemania, y nos habíamos dado un año para hacer que el negocio funcionara o, de lo contrario, rendirnos y comenzar algo diferente.

      Yo seguía viva después de mi primer año en la residencia universitaria, sobreviviendo a la cama de prisión, a los inodoros tapados y a la criatura de pelusa blanca de la cocina, pero había decidido mudarme con dos chicas y dos chicos a una casa adosada de estilo victoriano en Leamington Spa, un pueblo señorial famoso por su arquitectura del estilo de la Regencia de principios del siglo XIX.

      A pesar de su fealdad, al menos mi habitación en el edificio de dormitorios de la residencia universitaria tenía forma cuadrada. Una de las peculiaridades de Gran Bretaña es que a los diseñadores les encanta incorporar diferentes ángulos, como las ventanas en saliente. Pareciera no haber ángulos rectos y eso dificulta acomodar los muebles. Mi habitación en la casa adosada estaba СКАЧАТЬ