Название: Mabinogion. Relatos galeses medievales
Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
isbn: 9789560013521
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Se separaron, y él regresó junto a su mesnada y sus seguidores. Cualquier pregunta que le hacían respecto de la doncella, él cambiaba de tema. Así pasó el año hasta el momento acordado y Pwyll se aprontó junto con noventa y nueve caballeros. Partió hacia la corte de Hyfaidd Hen; llegó y le dieron una cálida bienvenida. Había una gran concurrencia y alegría, lo esperaban grandes preparaciones y todas las riquezas de la corte estaban a su disposición. Prepararon la sala y fueron a las mesas. Así fue como se sentaron: Hyfaidd Hen a un lado de Pwyll y Rhiannon al otro lado; luego, cada uno de acuerdo con su rango. Comieron, se solazaron y conversaron.
Cuando estaban por empezar a entretenerse después de la comida, vieron entrar a un joven alto, de porte regio y cabello negro, vestido con seda brocada. Cuando llegó a la parte superior de la sala saludó a Pwyll y a sus compañeros51.
–Bienvenido seas, amigo. Ven a sentarte –dijo Pwyll.
–No lo haré –respondió él–, soy un demandante y realizaré mi pedido.
–Hazlo de buen grado –dijo Pwyll.
–Señor –replicó él–, es a ti a quien he venido a hacerle una solicitud.
–Lo que sea que me pidas, mientras esté a mi alcance, será tuyo.
–¡Ay! –dijo Rhiannon–, ¿por qué has dado esa respuesta?
–Ya lo ha concedido, señora, en presencia de los nobles –dijo el otro.
–Amigo –dijo Pwyll– ¿qué es lo que quieres?
–La mujer a la que más amo, con la que dormirás esta noche. He venido a solicitar su mano y las preparaciones y provisiones que hay aquí.
Pwyll permaneció en silencio, ya que no sabía qué contestar.
–Calla tanto tiempo como gustes –dijo Rhiannon–. Jamás ha sido un hombre tan lento de entendimiento como tú.
–Señora –respondió–, no sabía quién era él.
–Ese es el hombre a quien querían otorgarme en contra de mi voluntad –dijo ella–, es Gwawl hijo de Clud, hombre poderoso y con muchos seguidores52. Y como has dado tu palabra, entrégame antes de que caiga deshonor sobre ti.
–Señora –dijo él–, ¡qué clase de respuesta es esa! Nunca podría hacer lo que dices.
–Entrégame a él –insistió ella– y yo me aseguraré de que nunca me posea.
–¿Cómo? –preguntó Pwyll.
–Te daré una pequeña bolsa –dijo ella–, guárdala bien. Él está pidiendo el banquete, las preparaciones y las provisiones, pero no está en tu poder concederlos. No obstante, yo otorgaré el banquete a la mesnada y a los seguidores, y esa será tu respuesta acerca de este asunto. Respecto de mí –dijo–, organizaré una cita con él para dentro de un año a partir de esta noche para que duerma conmigo. En ese momento tú deberás estar en aquel huerto de allí arriba, con tus noventa y nueve caballeros y esta bolsa. Cuando él se encuentre a mitad de la diversión y el entretenimiento, te acercarás con la bolsa en la mano vistiendo ropas raídas y solo pedirás que te llenen la bolsa de comida. Por mi parte –continuó ella–, me aseguraré de que, aunque coloquen dentro de ella toda la comida y bebida de estas siete provincias, no esté más llena que antes. Cuando hayan echado muchas cosas, él te preguntará: «¿Alguna vez se llenará tu bolsa?» y tú le responderás: «No, a menos que un hombre muy poderoso comprima la comida con ambos pies y diga ‘bastante se ha colocado aquí’». Yo me cercioraré de que haga todo eso. Y cuando él esté con los pies en la bolsa, la darás vuelta para que quede dentro de ella de cabeza y luego le atarás un nudo con sus correas. Ten un buen cuerno de caza alrededor de tu cuello y, cuando ya esté amarrado en la bolsa, hazlo sonar para avisarles a tus guerreros que desciendan sobre la corte.
–Señor –dijo Gwawl–, es tiempo de que des una respuesta a mi solicitud.
–De cuanto pediste, te daré todo lo que esté en mi poder –respondió Pwyll.
–Amigo –dijo Rhiannon–, respecto de este banquete y estas provisiones, se las he dado a los hombres de Dyfed, a la mesnada y a los seguidores que hay aquí. No dejaré que se las entreguen a nadie más. Pero en un año a partir de esta noche habrá en esta corte un festín preparado para que tú, amigo, duermas conmigo.
Gwawl partió hacia su reino y Pwyll regresó a Dyfed. Cada uno de ellos pasó ese año hasta que llegó el momento del banquete en la corte de Hyfaidd Hen. Gwawl hijo de Clud llegó al festín que había sido preparado para él, entró a la corte y le dieron la bienvenida. Pero Pwyll Penn Annwfn fue al huerto con los noventa y nueve caballeros, como le había ordenado Rhiannon, y con la bolsa. Pwyll se vistió con unos harapos y se puso unos grandes zapatos rotos en los pies. Cuando se dio cuenta de que estaban por empezar a entretenerse después de la comida, se dirigió a la sala. Cuando llegó a la parte superior, saludó a Gwawl hijo de Clud y a su compañía de hombres y mujeres.
–Dios te dé prosperidad –dijo Gwawl–. Bienvenido seas.
–Señor –dijo el otro–, Dios te lo pague. Tengo un recado para ti.
–También es bienvenido –dijo él–. Si tu pedido es moderado, consentiré de buen grado.
–Lo es, señor –replicó él–. Solo quiero repeler el hambre. Por eso te ruego llenar con comida esta pequeña bolsa que ves.
–Ese es un pedido razonable –dijo él– y lo tendrás de buen grado. Tráiganle comida.
Un gran número de sirvientes se levantó y comenzó a cargar la bolsa. Pero a pesar de lo que se arrojaba adentro, no estaba más llena que antes.
–Amigo –dijo Gwawl–, ¿alguna vez se colmará tu bolsa?
–Nunca, por Dios –respondió él–, sin importar qué se coloque dentro de ella, a menos que un noble dotado de tierras, territorios y riquezas pise la comida en la bolsa con ambos pies y diga «bastante se ha colocado aquí».
–¡Mi campeón! –le dijo Rhiannon a Gwawl hijo de Clud–, ¡levántate rápido!
–Lo haré de buen grado –dijo él.
Se levanta y pone los dos pies en la bolsa. Entonces Pwyll la da vuelta de modo que Gwawl queda de cabeza dentro de ella; rápidamente cierra la bolsa, ata un nudo con las correas y hace sonar el cuerno. De inmediato, hete aquí a la mesnada en la corte: capturan a los seguidores que habían ido con Gwawl y amarran a cada uno de forma separada. Enseguida Pwyll desecha los harapos, los zapatos rotos y las ropas desaliñadas. Y cada uno de los hombres de Pwyll que entraba le daba un golpe a la bolsa y preguntaba «¿qué hay aquí?»; «un tejón», respondían los otros. Así es como jugaban: cada uno propinaba un golpe a la bolsa con el pie o con un palo. Así se divirtieron con el saco, y todo aquel que ingresaba preguntaba «¿a qué están jugando ustedes?». Y esa fue la primera vez que se jugó «tejón en la bolsa»53.
–Señor –dijo el hombre desde la bolsa–, ¡si tan solo me escucharas! No sería digno que me mataras aquí adentro.
–Señor, СКАЧАТЬ