Un refugio en la tomenta. Cara Colter
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Читать онлайн книгу Un refugio en la tomenta - Cara Colter страница 6

Название: Un refugio en la tomenta

Автор: Cara Colter

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Julia

isbn: 9788413750958

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СКАЧАТЬ ella descubrió tres cosas acerca de él. La primera, que no se reía con frecuencia. La segunda, que él se había quitado la pinza de la ropa de la nariz, y ella no; y tercera, que era un principiante en la profesión de cambiar pañales.

      Ella dejó de reírse, y él también. Ambos se miraron con desconfianza.

      —Este no es tu bebé, ¿no es cierto?

      Shauna se sintió como una estúpida al preguntar aquello, si lo que quería era darle sensación de seguridad. Pero necesitaba saberlo. Al menos eso.

      —No —dijo él—, no es mi hijo.

      —Entonces, ¿por qué lo tienes?

      —Es una historia muy larga, Tormenta.

      —Creo que dispongo de algún tiempo —dijo cruzando los brazos sobre el pecho, en actitud de espera.

      —Cuanto menos sepas, mejor. Solo puedo decirte esto. Me han encargado su custodia. No soy uno de esos padres que salen en los periódicos por haber raptado a sus hijos, ni soy un secuestrador.

      —¿Hace cuanto tiempo que lo tienes?

      —Unos días.

      —Es Rocky su verdadero nombre.

      Él dudó:

      —No.

      —¿Cual es su verdadero nombre?

      —No puedo decírtelo.

      —No quieres.

      —Es cierto, no quiero.

      —¿Y durante cuánto tiempo tienes que custodiarle?

      —Todavía no lo sé.

      Ella se dio cuenta de que era mejor no seguir presionándole. No quería que él se diera cuenta de que en esas circunstancias, ella no podía quedarse allí.

      Ben descubrió que le gustaba mirarla. Sus profundos ojos azul turquesa eran increíbles. Su pelo oscuro y brillante parecía un río de seda negra. Sus facciones eran proporcionadas y bellas. Sus labios sensuales, y él se preguntó qué se sentiría al besarlos. Inmediatamente se autocensuró por aquel pensamiento. Tenía trabajo que hacer. Garantizar la seguridad de aquel bebé hasta que la normalidad volviera a reinar en Crescada. Necesitaba tener la situación bajo control, y el pensar en labios no le ayudaba.

      Se esforzó por pensar en ella de una forma objetiva para establecer si podría considerarla una ayuda o no si las cosas se ponían difíciles. Era una mujer independiente e inteligente. Y también era fuerte físicamente, como había podido comprobar al echar con ella un pulso. Debía tratar de recordar eso. Debía mantenerse alerta o ella podría derrotarle antes de que llegara a comprender lo que le había pasado.

      Pero, ¿por qué le había retado a un pulso cuando podría haber conseguido con facilidad cualquier cosa que hubiese querido, incluido que cambiara los pañales al bebé, con solo pestañear?

      Su vida no necesitaba más intrigas. Toda su vida había estado llena de intrigas. Secretos, peligros. Había entrado a trabajar como agente federal de inteligencia cuando tenía veintiún años. Pensó que se embarcaba en una vida llena de romance y aventuras, y sin embargo había estado solo, y aquella soledad le había convertido en una persona distante y fría. Demasiado fría para que le encargaran la custodia de un frágil bebé, o de aquella mujer. Una mujer que quería saberlo todo. Pero por su seguridad, y la del bebé, no le diría nada, si podía evitarlo. Le pasó el bebé:

      —Tal vez podrías intentar darle algo de ese puré verduzco.

      Shauna comenzó a dar de comer al pequeño, y Ben salió de la cabaña. Ella se alegraba, su presencia le hacía sentir cosas. Hacía que fuera consciente de algo profundo y peligroso que ella tenía en su interior. Algo que nunca había sido tocado, ni siquiera por Dorian.

      El bebé terminó de comer, y ella le limpió la cara con un trapo húmedo.

      —Creo que deberíamos comer —dijo ella de pronto—. Tengo comestibles en cajas en la cuadra. Voy a por ellos.

      Él la acompañó, y al llegar a la cuadra, se dirigió instintivamente hacia donde estaba el caballo de ella y lo acarició.

      —Este es Sam —dijo ella desarmada por la mirada que descubrió en los ojos de él. ¿De qué se trataba? ¿Nostalgia?

      Él se volvió y la miró, en sus ojos ya no había nostalgia sino un brillo divertido.

      —Así que este es Sam.

      Ella miró cómo acariciaba al caballo.

      —Te gustan los caballos —dijo ella—, y has pasado bastante tiempo con ellos.

      —Crecí en un rancho en Wyoming donde criábamos caballos.

      —Debí haberlo supuesto.

      —¿El qué?

      —Que eras un vaquero. Te puedes quitar las botas y el sombrero, y haber pasado los años desde que te dedicaste a ello, pero sigue estando allí.

      —¿Qué es lo que sigue allí?

      Ella sintió haber expresado sus sentimientos, mostrarle qué era lo que pensaba de él.

      —La arrogancia —dijo. Pero pensó: la mística, la fuerza, la confianza en uno mismo. La forma de comportarse. El orgullo que reflejaban sus ojos.

      Él frunció ligeramente el ceño:

      —¿Eres una experta en vaqueros?

      —Me criaron dos de ellos.

      —Debí haberlo supuesto.

      —¿El qué?

      —Que eras una vaquera.

      —¿Y tú eres un experto en vaqueras?

      —No. Vivíamos bastante aislados, y no sé una sola palabra de vaqueras. Pero si tuviera que escoger a alguna para poner su foto en un poster, te elegiría a ti.

      —No se cómo tomarme eso. ¿Es un cumplido?

      —Creo que lo es.

      —¿Por qué me elegirías a mí?

      —Porque por tu aspecto se diría que eres capaz de montar y de echar el lazo con la misma facilidad con que la mayoría de las mujeres pueden coser un botón en una camisa.

      —¿Coser un botón en una camisa? ¿Es así de arcaica la imagen que tienes de las mujeres?

      —Bella, pero ligeramente quisquillosa —continuó diciendo como si no hubiese sido interrumpido.

      —No lo soy —dijo refiriéndose a bella.

      —Créeme, quisquillosa no es un calificativo ni la mitad de duro que arrogante.

      —Eso СКАЧАТЬ