Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi
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Читать онлайн книгу Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson - Vincent Bugliosi страница 46

Название: Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson

Автор: Vincent Bugliosi

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788494968495

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СКАЧАТЬ hizo de ella fue poco precisa, exceptuando que tenía tanto pelo por el cuerpo que ningún tío quería montárselo con ella.

      ¿Qué hay de Linda? Era una tía bajita, dijo Danny. Pero no se quedó mucho tiempo, a lo mejor un mes o así, y no sabía mucho de ella. Cuando hicieron la redada del rancho Spahn, ya se había ido.

      Cuando Sadie salía «a hacer el bicho», ¿llevaba armas?, preguntó uno de los inspectores.

      R. Llevaba un cuchillo pequeño (…) Tenían un montón de cuchillos pequeños de caza, cuchillos de caza Buck.

      P. ¿Cuchillos Buck?

      R. Cuchillos Buck, sí (…)

      Entonces empezaron a lanzarle preguntas concretas a DeCarlo. ¿Viste alguna vez tarjetas de crédito con un apellido italiano? ¿Alguien habló de una persona que tenía una lancha? ¿Oíste a alguien usar el apellido «LaBianca»? Danny respondió que no a todo.

      ¿Y gafas, llevaba alguien en Spahn? «Nadie llevaba gafas porque Charlie no les dejaba.» Mary Brunner tenía varios pares; Charlie los rompió.

      Enseñaron a DeCarlo cuerda de nylon de dos ramales. ¿Viste alguna vez una cuerda así allí en Spahn? No, pero sí de tres ramales. Charlie compró unos sesenta metros en Jack Frost, la tienda de excedentes de Santa Mónica, en junio o julio.

      ¿Estaba seguro? Claro. Estaba con él cuando los compró. Luego los enrolló para que no se deshilacharan. Era una cuerda como la que usaban en la Guardia Costera, en las lanchas torpederas. Él la había manejado cientos de veces.

      Aunque DeCarlo no lo sabía, la cuerda de Tate-Sebring también era de tres ramales.

      Probablemente, tras acordarlo de antemano, los inspectores empezaron a presionar a DeCarlo y adoptaron un tono más duro.

      P. ¿Participaste en algún robo con alguno de ellos?

      R. Hostias, no. De eso nada. Pregunta a cualquier chica.

      P. ¿Tuviste algo que ver con la muerte de Shorty?

      DeCarlo lo negó con vehemencia. Shorty era amigo suyo. Además, «no tengo huevos para mandar a alguien al otro barrio». Pero en la respuesta hubo la vacilación suficiente para indicar que ocultaba algo. Le apretaron y DeCarlo habló de las pistolas de Shorty. Tenía dos revólveres Colt 45 a juego. Siempre los empeñaba, y luego los recuperaba. A finales de agosto o principios de septiembre —después de la desaparición de Shorty, pero supuestamente antes de que DeCarlo supiera lo que le había pasado—, Bruce Davis le dio las papeletas de empeño de Shorty por las pistolas, para devolverle un dinero que le debía a DeCarlo. Danny recuperó las pistolas. Luego, al saber que habían asesinado a Shorty, vendió los revólveres a una tienda de Culver City por setenta y cinco dólares.

      P. Pues estás metido en la mierda, ¿sabes?

      Danny lo sabía. Y se hundió aún más en ella cuando uno de los inspectores le preguntó si sabía algo de la cal. Cuando la detuvieron, Mary Brunner llevaba una lista de la compra elaborada por Manson. «Cal» era uno de los artículos de la lista. ¿Alguna idea de por qué querría Charlie cal?

      Danny recordó que Charlie le preguntó en cierta ocasión qué podía usar para «descomponer un cuerpo». Le dijo que lo que mejor funcionaba era la cal, porque él la había usado una vez para deshacerse de un gato que había muerto debajo de una casa.

      P. ¿Por qué le dijiste eso?

      R. Por ninguna razón en concreto, solo me hizo una pregunta.

      P. ¿Qué te preguntó?

      R. Pues la mejor manera de… esto… bueno, de deshacerse de un cuerpo muy rápido.

      P. No se te ocurrió decir: «¿Por qué coño me preguntas una cosa así, Charlie?».

      R. No, porque él estaba tarado.

      P. ¿Cuándo tuvo lugar esa conversación?

      R. Pues… precisamente alrededor del día que desapareció Shorty.

      Aquello tenía mala pinta, y los inspectores lo dejaron en ese punto. Aunque a puerta cerrada se inclinaron a aceptar la versión de DeCarlo, sospechando, pese a todo, que, aunque probablemente no había participado en el asesinato, sabía más de lo que contaba, eso les dio una ventaja adicional para intentar conseguir lo que querían.

      Querían dos cosas.

      P. ¿Queda alguien en el rancho Spahn que te conozca?

      R. Que yo sepa, no. No sé quién está allí. Y no quiero subir a verlo. No quiero tener nada que ver con ese sitio.

      P. Quiero echar un vistazo por allí. Pero necesito un guía.

      Danny no se ofreció. La otra petición la hicieron sin rodeos.

      P. ¿Estarías dispuesto a testificar?

      R. ¡No, señor!

      Pesaban dos acusaciones contra él, le recordaron. En cuanto al motor de la moto robada, «a lo mejor podemos rebajar el delito. A lo mejor podemos llegar a que lo retiren. Por lo que se refiere al delito federal, no sé cuánto podemos presionar. Pero también lo podemos intentar».

      R. Si lo intentan por mí, perfecto. No les puedo pedir más.

      Si aquello se reducía a ser testigo o ir a la cárcel… DeCarlo dudó.

      R. Entonces cuando él salga de la cárcel…

      P. No va a salir de la cárcel acusado de asesinato con premeditación cuando se le imputan más de cinco víctimas. Si Manson fue el tipo que participó en los asesinatos del caso Tate. Todavía no lo sabemos a ciencia cierta. Tenemos mucha información que apunta a eso.

      R. También hay una recompensa de por medio.

      P. Así es. Bastante buena. Veinticinco de los grandes. No quiere decir que se los vaya a quedar uno solo, pero incluso repartidos es un buen pellizco.

      R. Con eso podría mandar al crío a la academia militar.

      P. Bueno, ¿qué te parece? ¿Estarías dispuesto a testificar contra ese grupo de personas?

      R. Manson estará allí sentado mirándome, ¿verdad?

      P. Si vas al juicio y testificas, sí. A ver, ¿cuánto miedo le tienes a Manson?

      R. Estoy cagado. Me tiene acojonado. Él no dudaría ni un segundo. Aunque tardara diez años, acabaría por encontrar a mi hijo y le haría picadillo.

      P. Valoras a ese hijo de puta más de lo que se merece. Si crees que Manson es una especie de dios que va a fugarse de la cárcel y volver para asesinar a todo el que testificó contra él…

      Pero era evidente que DeCarlo creía que Manson era capaz de hacerlo.

      Incluso si permanecía en la cárcel, había otros.

      R. ¿Y Clem? ¿Lo tenéis encerrado?

      P. Sí. Está en el trullo, en Independence, СКАЧАТЬ