Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi
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Читать онлайн книгу Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson - Vincent Bugliosi страница 37

Название: Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson

Автор: Vincent Bugliosi

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788494968495

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СКАЧАТЬ preguntó:

      —¿Sabes los otros dos de la noche siguiente?

      Virginia recordó de repente al dueño del supermercado y a su esposa, los LaBianca.

      —Sí —dijo—. ¿Fuiste tú?

      Susan guiñó un ojo y dijo:

      —¿Tú qué crees? Pero eso forma parte del plan —continuó—. Y hay más…

      Pero Virginia ya había oído bastante aquel día. Se disculpó para ir a darse una ducha.

      Virginia recordaría después haber pensado: «Tiene que estar bromeando. Se lo está inventando todo. Es demasiado disparatado, demasiado fantástico».

      Pero se acordó de por qué estaba Susan en la cárcel: asesinato con premeditación.

      Virginia decidió no contar nada a nadie. Era demasiado increíble. También decidió evitar a Susan en lo posible.

      Sin embargo, al día siguiente Virginia se acercó a la cama de Ronnie Howard para decirle algo. Susan, que estaba tumbada en su cama, interrumpió:

      —¡Virginia, Virginia! ¿Te acuerdas de aquel tipo tan guapo del que te hablé? Quiero que te fijes en su apellido. Escucha, se apellida Manson: ¡Man’s Son43!

      Lo repitió varias veces para asegurarse de que Virginia lo entendiera. Lo dijo en un tono de asombro infantil.

      No se lo pudo guardar más. Era demasiado. La primera vez que estuvieron solas Ronnie Howard y ella, Virginia Graham le contó lo que le había dicho Susan Atkins.

      —Oye, ¿qué hacemos? —preguntó a Ronnie—. Si es verdad… Dios mío, es espantoso. Ojalá no me lo hubiera contado.

      Ronnie pensó que Sadie «estaba inventándoselo todo, a lo mejor lo ha sacado de la prensa».

      La única forma de asegurarse, decidieron, sería que Virginia le hiciera más preguntas para ver si podía enterarse de algo que solo sabría una de las personas que cometieron los asesinatos.

      Virginia tuvo una idea para hacerlo sin despertar las sospechas de Susan. Aunque no se lo mencionó a Susan Atkins, a Virginia Graham le interesaban mucho los homicidios del caso Tate. Conocía a Jay Sebring. Una amiga que trabajaba de manicura para Sebring se lo presentó en el Luau unos años antes, poco después de que Sebring abriera el local de Fairfax. Fue algo informal, él no era ni cliente ni amigo, solo alguien al que se saluda con la cabeza y se dice «hola» en una fiesta o en un restaurante. Fue una extraña coincidencia que Susan se lo confesara a ella. Pero hubo una coincidencia todavía más extraña. Virginia estuvo en el 10050 de Cielo Drive. En 1962, su marido de entonces y ella, junto con otra chica, buscaban una casa tranquila, apartada, y se enteraron de que se alquilaba el 10050 de Cielo Drive. No había nadie allí para enseñarles el domicilio, de modo que solo miraron por las ventanas de la vivienda principal. Recordaba pocas cosas, solo que parecía un granero rojo, pero al día siguiente a la hora de comer le comentó a Susan que había estado allí, y le preguntó si el interior seguía decorado de color dorado y blanco. No fue más que una conjetura. «Ajá», contestó Susan, pero no dio más detalles. Luego Virginia le dijo que conocía a Sebring, pero Susan no se mostró muy interesada. Aquella vez Susan no estuvo muy habladora, pero Virginia insistió y consiguió retazos de información de todo tipo.

      Conocieron a Terry Melcher a través de Dennis Wilson, miembro de los Beach Boys, un grupo de rock. Ellos —Charlie, Susan y los otros— vivieron con Dennis durante un tiempo. Virginia tuvo la impresión de que eran hostiles con Melcher, a quien le interesaba demasiado el dinero. Virginia se enteró también de que los asesinatos del caso Tate se produjeron entre la medianoche y la una de la mañana; de que «Charlie es amor, puro amor», y de que cuando apuñalas a alguien «es agradable cuando el cuchillo penetra».

      También se enteró de que además de los asesinatos de Hinman, Tate y LaBianca, «hay más… y más antes (…) Hay también tres personas en el desierto (…)».

      Retazos. Susan no aportó nada que demostrara si decía o no la verdad.

      Aquella tarde Susan se acercó y se sentó en la cama de Virginia. Había estado hojeando una revista de cine. Susan la vio y empezó a hablar. Lo que contó, diría mucho después Virginia, fue incluso más estrambótico que lo que ya le había relatado. Fue tan increíble que Virginia ni siquiera se lo mencionó a Ronnie Howard. Nadie le daría crédito, decidió. Porque Susan Aktins, que arrancó a hablar sin pausa, le dio una «lista de la muerte», con personas que iban a ser asesinadas a continuación. Todas eran famosas. Luego, según Virginia, describió con detalles truculentos exactamente cómo morirían Elizabeth Taylor, Richard Burton, Tom Jones, Steve McQueen y Frank Sinatra.

      El lunes 10 de noviembre, Susan Atkins tuvo una visita en Sybil Brand, Sue Bartell, que le habló de la muerte de Zero. Cuando se fue, Susan se lo contó a Ronnie Howard. Si la adornó o no, no se sabe. Según Susan, una de las chicas le estaba cogiendo de una mano a Zero cuando murió. Cuando la pistola se disparó, «se eyaculó encima».

      Susan no pareció afectada al enterarse de la muerte de Zero. Al contrario, la emocionó. «¡Imagínate qué bonito estar allí cuando ocurrió!», le dijo a Ronnie.

      El miércoles 12 de noviembre llevaron a Susan Atkins al tribunal para una audiencia preliminar a propósito del asesinato de Hinman. Allí oyó la declaración del sargento Whiteley, según la cual fue Kitty Lutesinger —no Bobby Beausoleil— quien la había implicado. Cuando la devolvieron a la prisión, Susan dijo a Virginia que la acusación tenía una testigo sorpresa. Pero no le preocupó su testimonio: «Su vida no vale nada».

      Ese día Virginia Graham recibió una mala noticia. Iban a trasladarla a la cárcel de mujeres de Corona, donde cumpliría el resto de la pena. Iba a irse aquella tarde. Mientras recogía sus cosas se le acercó Ronnie y le preguntó:

      —¿Tú qué crees?

      —No lo sé —contestó Virginia—. Ronnie, si quieres sigue tú a partir de ahora…

      —He hablado todas las noches con esa chica —dijo Ronnie—. Mira que es rara. Pudo ser ella, ¿sabes?

      Virginia olvidó preguntar a Susan por la palabra «cerdo», que según la prensa escribieron en letra de imprenta con sangre en la puerta del domicilio de Tate. Propuso que Ronnie le preguntara por aquello, y por cualquier cosa que se le ocurriera que indicara si decía la verdad.

      Mientras tanto, decidieron no mencionar nada a nadie.

      Ese mismo día los inspectores del caso LaBianca recibieron una llamada del Departamento de Policía de Venice. ¿Seguían interesados en hablar con uno de los Straight Satans? Si así era, iban a interrogar a uno, a un chico llamado Al Springer, por otro cargo.

      Los inspectores del caso LaBianca pidieron que trajeran a Springer a Parker Center, donde grabaron una conversación con él. Lo que les dijo fue tan inesperado que les costó creerlo. Porque, según Springer, el 11 o 12 de agosto —dos o tres días después de los homicidios del caso Tate—, Charlie Manson alardeó ante él de haber matado a gente, y añadió: «La otra noche mismo nos cepillamos a cinco».

      DEL 12 AL 16 DE NOVIEMBRE DE 1969

      Nielsen, Gutiérrez y Pratchett, los inspectores del caso LaBianca, hablaron con Springer, y grabaron la conversación en una de las cabinas para interrogatorios СКАЧАТЬ